jueves, 16 de julio de 2009

No tengo hambre. Tengo sueño.

Si no comés, te morís. Si no dormís, también. Si no comés lo que tu cuerpo necesita, se va a resentir y va a funcionar mal. Si no dormís lo que tu cuerpo necesita, también. Si la alimentación insuficiente se mantiene durante un cierto tiempo, tu capacidad física y mental va a mermar, vas a ser más proclive a enfermarte, etc. Si el descanso insuficiente se mantiene durante un cierto tiempo, también.
Sin embargo, el hambre suscita una consternación y tiene una prensa de las que el sueño carece. Así, es agotador tratar de explicar el agotamiento. No sólo en la conversación cotidiana: también es arduo explicárselo a un profesional. Y si es difícil explicarlo y que te entiendan, más complicado es lograr el consenso necesario para que un reclamo por este tema no se diluya visto como la forma de llenar el tiempo de una maniática.
(Casi) todos los días pasa algo. Un vecino se muda el sábado a las 7 de la mañana, y me despiertan las voces de los fleteros, la chicharra del ascensor pitando en vano y los muebles arrastrados. Esa tarde, los hijos del vecino de arriba pasan el fin de semana con él y su nueva mujer, y a la hora de la siesta se entretienen corriendo por el departamento y saltando sobre mi cabeza. Y cuando no están los chicos, me despierta cuando se levanta, a las 5,30, y cuando llega tarde, a las 11 de la noche. Si no, es su chica, con los tacos, o abriendo con fuerza la puerta corrediza del placar empotrado en la pared de la cabecera de mi cama a las siete y media de la matina.
Están demoliendo en la otra cuadra, y las excavadoras y los martillos neumáticos empiezan a las 8 de la mañana. Otro instala el cable, o la reja en el balcón. Y otro cumple años, y, claro, tiene derecho a festejar. En la madrugada, algo hace vibrar la ventana, y me despierta. Alguien tira petardos fuera de fecha, y también me despierta, y las sirenas subsiguientes me hacen pensar que fue un tiroteo. La cama del tipo de arriba está hecha mierda, y cruje cada vez que el chabón se mueve; y me despierta con la sensación de que alguien golpea la puerta de mi pieza. Y la siesta es imposible, por la sobredosis de adrenalina y, sobre todo, por los niños que a varios pisos de distancia hacen vibrar las paredes jugando al fútbol en la cancha de su living.
Es engorroso expresar el sopor cotidiano, la fatiga diaria, la persistente disminución de la capacidad intelectual. Es angustiante vivirlos y previvirlos. Es un esfuerzo hablar del temor ante cada despertada, por cuánto tardaré en dormirme de nuevo, por cuánto tiempo me va a llevar. Es muy arduo que entiendan el temor ante la última despertada, cuando sé que si no me duermo rápido, si no duermo esa horita extra, voy a malvivir otro día somnolienta y agotada.
Es incómodo explicar la fallida intención de minimizar el tiempo perdido dando vueltas en la cama (o el temor a perderlo) con las varias drogas que me recetaron últimamente. Es extraño notar que en esas despertadas la cabeza se me enciende más, como si buscara pensar en cosas gratas, como si buscara imparablemente crear cierta química placentera, y me hace pasar más tiempo sin dormir. Y aunque no tengo que cumplir horarios, es apremiante el paso del tiempo, en especial el de los momentos en que hay silencio, que son aquellos en los que más difícil me es reconciliar el sueño, seguramente porque me encamina el fin instintivo de gozar más plenamente la calma.
Un médico consideró que tenía pánico cuando le expliqué que no puedo dormirme si sé que va a pasar algo ruidoso (por ej., los lunes que viene la sonora mucama de arriba). Una vez que me despierto, no me puedo dormir por horas, aunque el ruido no sea continuo, tratando de evitar otra despertada desagradable, como si el cuerpo, el inconsciente o no sé quién buscara protegerse.
Y tenés que escuchar a los pelotudos que minimizan lo que decís repitiendo la pelotudez esa de que ya tendrán tiempo para descansar cuando se mueran. Pueden quedarse tranquilos, porque el deterioro de la salud debido al descanso insuficiente va a hacer que se mueran antes… si tienen la suerte de que la falta de reflejos que es consecuencia del cansancio no los hace pegarse un palo con el auto. Y aunque no tengan esa desgracia, la vida que pretenden no perderse con insignificancias como dormir será de una calidad menor, y estarán menos lúcidos para disfrutarla.
Y te cruzás con los resentidos que descalifican al que quiere dormir mucho porque parece que les molesta que uno duerma hasta el mediodía. Como ellos no pueden, porque tienen que pagar todos los gastos que les permiten sentirse de clase mierda, no quieren que nadie pueda. Se miran al espejo y saben que son una mierda, que tienen una familia de mierda, unos hijos de mierda, una jermu de mierda. Pero no pueden desmarcarse del guion que los lleva a laburar para irse de vacaciones, para comprarse el aire, para mantener ese depto del orto, para comprarles la Play a los chicos y amenazarlos con no dejarlos jugar durante toda la semana porque se portaron mal.
Y no falta el idiota que te dice “andate al campo”, o el que afirma padecer más o menos lo mismo sin enfermarse, y un millón de boludos que desestiman tu sufrimiento.
Incluso desde su lógica antihedónica dormir mal es negativo. No sólo no podés rascarte el higo y hacer nada despreocupadamente, no sólo el espíritu se te encoge cuando te hacen sentir que es inútil quejarse, que forma parte de lo inherente a la vida en un departamento, en una ciudad: el rendimiento psicofísico decae, y puede incapacitarte, impidiéndote estudiar, trabajar y demás cosas valoradas por esa gente.
Si tu alimentación es insuficiente, sos menos persona: podés hacer menos cosas, y no podés hacerlas bien, y terminás enfermo. Si tu descanso no es reparador, también. Pero eso no sólo no le importa a nadie. Ni siquiera lo registran.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Lamento mucho tu situacion, lo sabes.
Espero q no sea tan verdad eso de q compartis tu fragilidad con esa gente de mierda.Yo pienso q no todxs merecen saber nuestrxs verdades y menos nuestros sufrimientos.Porq ahi demuestran lo mierda q son y egoistas y sobre todo pelotudxs.
Si no descansamos bien, dormimos bien entramos en el miasma.Y si pasan los dias y la situacion se hace cronica t qedas como en trance.
Yo no manejo autos(no soporto las armas)pero si he recibido puteadas floridas de conductores de vehiculos x estar cuasisonambula x ahi.

Mi lupa dijo...

Recién leí un comentario en mi blog, un poco abandonado ahora.

"No sé si quiero encontrarme a mí o escaparme de mí"
Sí, yo tmb tengo miedo de quedarme en mi, de atravesarme y exponerme de sentirme. Pero siempre, siempre, busco encontrarme.

Un saludo :) y pasa cuando quieras!

y.O. dijo...

Sueño: la forma que tiene el cerebro de hacer limpieza
De día acumulamos “basura”, con la oscuridad nos la quitamos de encima, según revelan dos estudios. Descansar poco o mal no sólo genera estrés: también puede causar Alzheimer o Parkinson.
El 80% de los adultos sufrimos de déficit de sueño. Que pagamos no sólo en forma de estrés. Dormir menos de lo necesario puede causar demencia, Alzheimer, Parkinson. “La ciencia del sueño” es crucial para la prevención de muchas enfermedades degenerativas del cerebro.
Lo revelan dos estudios publicados en las revistas Science y The Journal of Neuroscience. Juntos, abren nuevas vías para conocer el funcionamiento de nuestro cerebro y el papel que éste desempeña en su “mantenimiento”.
La primera investigación tiene como autora a Maiken Nedergaard, bióloga danesa que dirige un grupo de científicos de la Universidad de Rochester.
El punto de partida de los experimentos realizados por su equipo fue la búsqueda de una “explicación evolutiva” del sueño. Efectivamente, dormir, al menos a primera vista, es una actividad ineficiente, improductiva, peligrosa, incluso: mientras dormían, nuestros antepasados cavernícolas podían ser devorados por las fieras.
Nedergaard halló una confirmación de una hipótesis que desde hace muchas décadas circulaba entre los científicos: que el sueño es el momento en que nuestro cerebro “hace limpieza” en su interior, elimina basura, escorias. Es un poco el equivalente de lo que hace el sistema linfático con nuestros músculos, eliminando el ácido láctico creado por los esfuerzos.
Por analogía, la científica danesa puso el nombre de “glinfático” al sistema que actúa en el cerebro. Y sobre todo, demostró su existencia y su funcionamiento, con numerosos experimentos de laboratorio. Por ahora limitados a ratas, monos, perros y cabras.
El veredicto es, no obstante, claro. Así como los músculos, sometidos a esfuerzo, producen toxinas, también el cerebro en la actividad diurna acumula “basura”.
Cuando estamos despiertos, el lavado automático del sistema glinfático se ralentiza, pasando a un modesto 5% respecto del trabajo que desarrolla mientras dormimos.
Durante el sueño, el área encargada del sistema glinfático, donde circulan los líquidos del lavado cerebral, llega a ocupar 20% del volumen de nuestro cerebro. Estos “detersivos” son esenciales para eliminar las proteínas llamadas beta-amiloides y tau, asociadas justamente con el Alzheimer.
Por una parte es tranquilizador saber que existe una empresa de limpieza que entra en acción cada noche y ocupa las horas de nuestro sueño realizando un trabajo tan valioso. Por otro lado, esto torna aún más alarmante el déficit de sueño que nos aqueja más o menos a todos, y que se agrava.
Sigrid Veasey, del Center for Sleep and Circadian Neurobiology (Universidad de Pensilvania), y su grupo de investigadores demostraron que si el déficit de sueño es crónico, el metabolismo cerebral sufre daños graves y las neuronas degeneran.
The New York Times presenta un informe elaborado por la National Sleep Foundation: un adulto necesita dormir entre siete y nueve horas por noche, pero en los últimos 50 años redujimos nuestro sueño, en promedio, entre una y dos horas por noche.
Solamente en el último decenio, perdimos una media de 38 minutos de sueño por noche. En los Estados Unidos, entre 50 y 70 millones de personas sufren trastornos crónicos del sueño.
Esta podría ser la causa desencadenante de una futura epidemia de Alzheimer, demencia y Parkinson, enfermedades neurodegenerativas en las que justamente aparecen esas proteínas que eliminamos en el sueño.
Desgraciadamente la respuesta no puede venir del uso masivo de somníferos: el sistema glinfático no trabaja tan bien cuando el sueño es “artificial”. En todo caso, un desafío para la ciencia será encontrar el fármaco que actúe como sucedáneo del sistema glinfático, limpiando nuestro cerebro de toxinas y de todas las escorias. Entonces podremos hacer realidad el antiguo sueño de tantos niños: no irnos nunca a dormir.

y.O. de nuevo dijo...

Link del anterior:
www.clarin.com/buena-vida/salud/Sueno-forma-cerebro-hacer-limpieza_0_1071493137.html



Al dormir se recupera la energía, suben las defensas y se “limpia” el cerebro
La ciencia tiene varias hipótesis para explicar por qué descansar adecuadamente es necesario para vivir.
Se podría decir rápidamente que los seres humanos duermen para descansar, pero sería una respuesta muy superficial. Hay diferentes hipótesis aportadas por la comunidad científica que intentan explicar por qué dormir adecuadamente es necesario para vivir.
“Se duerme para recuperar la energía. Y la evidencia está en que se ha descubierto un mecanismo de transmisores químicos y proteínas, que se desarrolla en el organismo, y que permite recuperar energía”, afirmó María Celia Daraio, especialista en medicina del sueño del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro y del Instituto Somnos. Sin embargo, no es la única explicación. “Al dormir, se bajan los niveles de cortisol, y esto favorece el buen funcionamiento del sistema de defensas”, agregó. Otra hipótesis también afirma que dormir permite consolidar nuevos conocimientos y habilidades que se aprendieron durante el día.
La última hipótesis sobre por qué se duerme fue considerada como uno de los 10 descubrimientos del año 2013 por la revista estadounidense Science. Fue un hallazgo de investigadores de la Universidad de Rochester, liderados por Maiken Nedergaard, en los Estados Unidos: señalaron que el dormir permite desechar las “basuritas” que se juntaron durante el día. Afirman que existe una red de canales que limpian las toxinas con líquido cefalorraquídeo. Se basan en experimentaciones en animales: cuando las ratas duermen o están bajo el efecto de la anestesia, sus cerebros eliminan los desechos. “Dormimos para limpiar nuestros cerebros”, sostuvo Nedergaard sin dar vueltas. Aunque otros científicos le objetaron que aún se necesitan más estudios que repliquen su hallazgo.
Si el descubrimiento se confirma, podría pensarse que durante el sueño “se lavan” sustancias de las neuronas, y los investigadores de Rochester demuestran que algo de eso hay con el beta-amiloide, una sustancia que se ha relacionado con la enfermedad de Alzheimer, según dijo a Clarín Diego Golombek, investigador en cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes y del Conicet. “Lo que sí es seguro -advirtió- es que el sueño cumple un rol vital: si se priva del dormir a un animal de laboratorio, se muere. Es que hay procesos fundamentales que requieren del sueño normal, y eso podría involucrar un aumento del metabolismo y de la “limpieza” de sustancias que, si se acumulan, pueden ser tóxicas. El sueño no es simplemente dejar de estar despierto”.
Link de este:
www.clarin.com/sociedad/recupera-energia-defensas-limpia-cerebro_0_1088291167.html