Se ha puesto de moda este vocativo para interpelar a desconocidos en lugares públicos y, en nombre de esa amistad espontánea y unilateral, pedirles algo, desde un cigarro hasta veinte centavos…
Amén de ser ficticia e interesada, la coactiva enunciación de tal amistad plantea una división entre amigos y enemigos en la cual, de quedar uno en el campo de los contrarios, se expone a vaya a saber qué acción de parte del interpelador, que a menudo no viene solo.
Vos no sos mi amigo, pelotudo. Como no puedo decírtelo en la cara, lo digo a través de internet (que para eso sirve).
¡Y no fumo, no tengo veinte centavos, estoy caminando, no me rompas las pelotas!
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