domingo, 19 de marzo de 2023

Último decil

La Ofelia con cintura lanza su campaña para vivir del erario con un video grabado en el patio del colegio. Durante ocho años fue el lugar donde se manifestaba o se construía lo que iba a venir después, donde tal vez se mostraba lo que venía de antes: clase de educación física y a la hora de armar equipos siempre me elegían al final.
Ocho años siendo parte del último decil, y sólo porque cultivaban un simulacro de la integración y había que elegir a todos, incluso a quienes no les pasaban la pelota, a quienes no sabíamos qué hacer cuando nos pasaban la pelota.
Ocho años tuve para ver, antes de que ese lugar ejecutara su sino expulsor, cómo venía la mano; muchos más –¡décadas!– tardé en poder explicármelo, y necesité de la piba de uñas esculpidas, y de la locación que eligió, para tener presente, de un modo que me lo grabe a fuego en la memoria, que nadie elige al último decil si no está obligado.

El 126 y el metrobús

Desde hace unos años, el gobierno porteño avanza con su plan de peatonalizar calles. Con diversos justificativos –proteger el “casco histórico”, ordenar el tránsito, brindar seguridad– restringieron la circulación en San Telmo, el Microcentro –convertido ahora en un páramo y en un dormidero y meadero de homeless–, Once, Corrientes, Honorio Pueyrredón, etc.
Cualquier intento de explicación quedó obsoleto cuando primero el tiempo y, luego, el propio gobierno revelaron que la movida forma parte del plan “ciudades de 15 minutos” que incluye la Agenda 2030.
Lo más ¿curioso?, ¿absurdo?, ¿cínico? es que afirman fomentar el uso del transporte público –es decir, una forma de dependencia– porque es más eficiente, menos contaminante, bla bla bla, pero al quitar las líneas de colectivos de San Telmo al sur de avenida San Juan para hacerlas ir por el metrobús 9 de Julio lograron exactamente lo contrario de lo que pregonan. La zona quedó sin transporte público, con el consiguiente perjuicio para pequeños negocios, para la seguridad y para la comodidad, ya que tomar el colectivo ahora requiere caminar, por un barrio poco amigable, hasta la parada… cuando hay una parada: porque entre parada y parada puede haber 800 metros de distancia en los cuales no podés subirte a un bondi (de B. de Irigoyen y Garay a la primera parada del metrobús 9 de Julio, pasando Carlos Calvo).
No conforme con eso, el GCBA últimamente avanzó en su plan y quitó los colectivos de San Telmo al norte de San Juan, haciéndolos ir por el metrobús del Bajo o por el de 9 de Julio. El resultado es aún peor que antes. La incomunicación se multiplicó y hay un rectángulo de diez cuadras por ocho, de Belgrano a Garay y de Paseo Colón a 9 de Julio, donde no pasan colectivos en su interior, salvo en Independencia. Y los que pasan por los metrobuses paran cada cuatro o cinco cuadras.
La desolación del barrio también se multiplica, y parece una ciudad fantasma en las horas en que no hay actividad de oficinas. Pero lo más ridículo es la decisión de hacer ir al 126 por 9 de Julio, en vez de continuar su recorrido por San Juan hasta el Bajo. La caradurez que manejan los funcionarios de Larreta es enojosa, empezando por la conchuda ministra de transporte López Menéndez, que llama “experiencia de usuario” a tomar un colectivo, y afirma que estos cambios mejoran tal experiencia, cuando, en realidad, decidieron mandar una línea de colectivo por un metrobús al que los piqueteros cortan día por medio, o casi.
Todo parece ser parte de una idea orientada a que sólo los jóvenes y sanos puedan desplazarse, en bicicleta, en monopatín eléctrico o caminando. Jóvenes, sanos y con tiempo para caminar las diez cuadras que hay ahora entre la última parada del 126 y Paseo Colón. Y con ganas de mojarse si llueve o de cagarse de calor si hace treinta y cuatro grados.
¿Los ancianos? Larreta ya los quiso encerrar más draconianamente que al resto de la población durante la cuarentena, así que no hay sorpresa. ¿Gente apurada, embarazada, etc.? ¡Que se joda! Que no salgan de sus 15 minutos. ¿Usás silla de ruedas? Somos inclusivos y obligamos a las empresas de colectivos a tener vehículos que te permitan viajar. ¿Que ahora el bondi te deja a ocho cuadras y tenés que empujar la silla esa distancia? Cri cri…
Otra afirmación tan falsa como irritante es la que sostiene que la peatonalización de Once “transformó el barrio en un lugar más disfrutable, ordenado y seguro para los vecinos”. Hay que ser muy hijo de puta para decir eso cuando el barrio es un desmadre de manteros, vendedores de comida de dudosa procedencia y condición, camiones que cortan la calle para comprarles a los cartoneros, y, del lado no peatonal, al oeste de Pueyrredón, un shopping de falopa, un dormidero de homeless, un lugar donde las veredas son el sofá de los fisuras…
¿De verdad nadie se da cuenta de que no es cierto lo que dicen? ¿Nadie pasa por Once? ¿A nadie le hace ruido que hablan de alentar el uso del transporte público mientras, en realidad, lo alejan de los pasajeros, haciéndolo circular cada vez más por avenidas y cada vez menos por calles, y poniendo las paradas cada vez a mayor distancia entre ellos? ¿Tan lejos quedó el tiempo en que los periodistas viajaban en colectivo que no pueden preguntar por eso? ¿O tan ensobrados están?
Todo lo que dicen es una mentira, pero ellos lo declaran como cierto en su Libro de la Verdad y prosiguen con su plan contra evidencia y contra toda protesta. Así, autocelebran la reciente peatonalización de Honorio Pueyrredón, que colapsa aún más el tránsito por Hidalgo y Acoyte, y ahora van por Castro, arruinando una calle tranquila para llenarla de cervecerías.
Son todo lo que está mal, y un mal desbordante de soberbia. Pero “enfrente están los orcos”, “andá a vivir a provincia si no te gusta” y demás argumentos razonables (?) anulan cualquier posibilidad de crítica. Sus defensores son idiotas y creídos que no pueden salir de la chicana que implica la comparación gastada de Buenos Aires con el cliché de La Matanza sin ver que están hablando de la pequeña parte de la ciudad donde se mueven en las horas en las que se mueven. Así, se lubrican con los cantos de sirena que incluyen la palabra “obras” sin poder pensar si esas obras sirven para algo que no sea engrosar las cuentas del keynesianismo larretiano, la autoestima de la conchuda ManLop o la bondad cristiana de Migliore, la amiga de Grabois.
Y del otro lado, del lado de la oposición, todo está atravesado por los aburridos tópicos de “la grieta”, el partido judicial, los medios hegemónicos, más las rebeldes ideas de Ofelia F. y la fantasía de que Aníbal Ibarra vuelva a ser candidato.
Mientras, la parcela más pequeña de nuestra cotidianeidad sigue invadida por murgas subsidiadas cada domingo a la tarde, por las ferias conurbanas en que se convierten los parques de la ciudad, por la desbordante basura que hay que esquivar en las calles –a la par de los innumerables ¿ex? seres humanos desparramados en las veredas–, por todo lo que hay que caminar de más para tomar un colectivo, por todas las decisiones de un gobierno (el porteño) que gobierna para quienes no lo votan.

No es la religión, estúpidos

Si vas a rezar a un lugar sagrado de una religión que no es la tuya y no vas a otro lugar sagrado, de otra religión, que está justo enfrente, lo tuyo no es un gesto de integración religiosa: es rendirles pleitesía a tus empleadores de forma pública. Es rebanarse la pija como Nacho Goano, es ir a votar con la remera que usó Michelle Bolsonaro, es tuitear “Am Israhell jai”, como varios que no pertenecen al país ni a la religión, pero que quieren/necesitan/¿están obligados? a…
El post empezaba así y agregaba una observación similar sobre todos las personas públicas que suelen decir o tuitear “shaná tová” y cosas similares, sin decir nunca “eid mubarak” o “ramadán karim”. Pero no lograba avanzar, hasta que hace un par de meses el ex concejal ucedeísta y actual panelista de tevé Carlos Maslatón propuso en Twitter “abrir el padrón del judaísmo internacional” con una “inscripción a simple voluntad aceptando las diferentes modalidades en las que se puede ser judío”. Su idea rechaza “cursos y compromisos de comportamiento. Una simple prueba de lealtad sionista basta”.
Y ese sintagma (me) explicó, si no todo, casi todo. Lo único que no tengo claro es la contraprestación de esa lealtad…
Por cierto, la deliberada y maliciosa identificación entre sionismo y judaísmo le fue señalada por varios foristas, quienes le hicieron notar, por ejemplo, que “hay mucho judío no sionista que no prestaría ese voto de lealtad”, a lo cual el ególatra del Kavanagh respondió: “Pues afuera, por eso adentro tantos cristianos y ateos que quieren ser judíos”.
La búsqueda de esa suerte de coalición interreligiosa se yuxtapone con el intento de construcción de un enemigo común –a católicos, cristianos en general y judíos– que avanza sobre Europa sin integrarse a sus valores, y que los expone al terrorismo. Tal es la nueva apuesta de los think thanks sionistas, puro bullshit a medida de los seguidores de Vox (esos que antes del partido España-Marruecos tuiteaban “es mucho más que un partido”) o de los protestantes estadounidenses (brasileños, etc.).
Bien clara queda la falsedad de cualquier argumento que vaya por ese lado cuando el propio premier israelí dice que los únicos con derecho exclusivo a habitar ese lugar son ellos. Lo cual tiene como consecuencia al menos tres ataques de colonos a lugares religiosos cristianos en la que va del año (en la línea del ataque a la iglesia de la Anunciación en Nazaret en 2006, ciudad palestina que forma del territorio israelí desde la guerra del 48), además del pogromo de Huwara.
Si yo viviese en Europa, seguramente despuntaría mi costado intolerante a la diversidad contra los árabes y/o los musulmanes, pero algo de otra índole se revela cuando todos los que la van de liberales republicanos, o conservadoras católicas, lectores de Houellebecq o reivindicadoras de Oriana Fallaci, se callan bien la boca ante el asesinato de un cristiano a manos de un israelí, o cuando estos profanan su cadáver o su tumba. No pueden chicanear con las frasecitas irónicas “una cultura diferente” o “la religión del amor”, y sólo se oye su silencio ante los ataques a iglesias y a fieles, escupidos y golpeados regularmente por fundamentalistas religiosos judíos o por las fuerzas de seguridad del Estado.
Ante tan grande hipocresía sólo cabe pedirles que dejen de escudarse en su presunto catolicismo o cristianismo y se admitan como los chupapijas desprepuciadas que son. Y recomendarles que se preparen, porque si alguno se sale de la línea y cuestiona algo de esto, será hostigado en público y en privado por sionistas militantes que hasta dos minutos antes lo trataban bien, como sucedió hace pocos días en Twitter. En cambio, los que no pueden ser tenidos por traidores, pues nunca les creyeron, simplemente serán considerados “nazis”. (Y otros, como Walas, recibirán llamados telefónicos donde amigablemente le sugerirán que cambie el nombre de su banda de rock).
Por último, y aunque no venga exactamente a cuento, porque merecería un post aparte, que no voy a escribir, quiero recordar que alguna vez me pregunté por la generación de Ahed Tamimi.
Bueno, esa generación está siendo diezmada por la operación “Rompiendo la Ola”, que, en línea con la frase de Rocío Marengo (“hay que matarlos de chiquitos o discriminarlos de grandes”), en el último año y pico asesinó a más dos centenares de personas en la Ribera Occidental, la mayoría de ellos adolescentes o veinteañeros, la gran mayoría sin sangre en las manos. Con la complicidad de la ANP mataron a Nabulsi, al gordo Wadi, a Azizi, a Mabrouka y a tantos otros que, en la escasísima medida de sus posibilidades, se paran de manos ante la ocupación porque lo único a lo que pueden aspirar es a ser el póster de un mártir en alguna pared de Nablus o de Yenín.

Ex post:



Analogía inflacionaria

Esta historia la escuché o la leí alguna vez, pero no la encontré cuando, últimamente, la rastreé en la web para comprobar si mi recuerdo de ella era el correcto. Así que puede venir con algunas deformaciones, pero tengo certeza de que, en tal caso, son leves y no afectan lo esencial del asunto. I mean, cuando digo algo, y más por acá, es porque sé que no estoy mandando fruta.
Estamos en 1984 o 1985, la segunda generación de bandas punks crece de abajo hacia arriba y casi no hay lugares donde tocar. Entonces, el espíritu inquieto de Patricia Nuro (aka Patricia de Cadáveres, aka Pat Combat Rocker, aka Patricia Pietrafesa) forma una cooperativa con otras bandas (Antihéroes, Todos Tus Muertos, Valió la Pena, Los Corrosivos, Sentimiento Incontrolable…) y tocan en lugares como la Sociedad Lituana de Villa Caraza, la Polonesa de Valentín Alsina o el salón Verdi de La Boca.
En un momento empiezan a caer inspectores de Sadaic a los recitales para cobrar lo que hay que pagar por cada show. Y los músicos se niegan, “somos punks, somos independientes, somos autogestivos, no pagamos un carajo”.
Hasta que el asunto se pone intenso y Patricia termina yendo a Sadaic. No sé si ella pide una entrevista con alguien de ahí, o qué, pero la cosa es que va y habla con un abogado del lugar, y en el medio del ida y vuelta de desacuerdos le pregunta: “Decime, ¿por qué tenemos que pagar?”. El tipo, medio hinchado las pelotas, le responde: “¿Ves todos estos libros que tengo acá atrás? –señalando la biblioteca del lugar–. Bueno, todos esos libros dicen que yo tengo razón y que ustedes tienen que pagar”.
En ese momento o en otro, hubo un clic en la cabeza de Patricia y terminó asociándose a Sadaic.
La historia encaja de algún modo en mi estructura de analogías con la justificación, llena de argumentos vencidos, que muchos pelotudos y otros tantos hijos de puta siguen tratando de hacer de la inflación, en vez de decir claramente que el Estado es el principal responsable y el principal beneficiado de los estrafalarios índice inflacionarios que tenemos desde hace quince años, que ya son una hiperinflación en cámara lenta.
Pero hay una diferencia: los que toman estas medidas económicas y muchos de quienes las justifican no lo hacen con la inocencia de aquellos adolescentes que se formaban culturalmente a partir de retazos aleatorios de información. Lo hacen adrede, sabiendo causas y consecuencias de sus decisiones económicas. Así, hasta repiten la payasada modelo 1950 de mandar militantes con pechera a inspeccionar negocios; no se animan, en cambio, a repetir los niveles represivos de Perón cuando encarcelaba a los almaceneros y alentaba un pogromo contra los comerciantes españoles.
Las almas de cántaro que honesta y estúpidamente creen que la fabricación de billetes no repercute en la inflación, o que se puede vivir en estado de déficit permanente, o que son la tercera posición, o que van a reformular el capitalismo, deberían mirar la biblioteca del señor de Sadaic, corporizada en los resultados económicos de los países vecinos y de otros países que redujeron inflaciones endémicas, a ver si la comparación de lo ocurrido en los últimos 35 o 40 años les permite comprender lo que no vivieron en carne propia (porque si lo vivieron son unos pelotudos seguramente irrecuperables).
Los otros, los Chouza, los que en 2007 decían que “un poco de inflación no hace mal”, los que en la tele declaran que apuestan al peso, los que hablan de precios justos y aumentos injustificados y otras lacras similares se nos ríen en la cara. Son un cáncer, una mierda empobrecedora que nos subestima y nos caga la vida mientras viven de nosotros.
Y, buenistas anuméricos, pelotudos irrecuperables o hijos de puta, me (nos) perjudican.

La poesía, un ámbito de inclusión

La militante del Procreauto que lee el comentario que dejé en su blog (favorable, porque me gustaron algunos de sus poemas) y, antes o después de pasar por el mío –las estadísticas me dicen que pasó–, decide no publicarlo.
La psicóloga y escritora que vive de ejercer su profesión y su oficio, y da talleres y clínicas, y publica libros, el 1 de mayo postea que trabajar le seca el alma. Me alegra no haberte secado el alma pagándote para hacer clínica con vos. Igual, mucho interés no demostraste, ni siquiera respondiste lo que te pregunté.
La abogada y escritora premiada que decide no publicarme en su blog porque no uso mi nombre del documento. Como abogada, debería saber que eso se encuadra dentro del delito de discriminación (ley 23.592, art. 1°).
La emprendedora que corta el diálogo con cuatro palabras solas (“un gusto conocerte, chau”) cuando, ante su insistencia, le ratifico que no le voy a pagar por más de las cinco devoluciones que ya le pagué. Pero que sigue llenándome de spam con avisos de sus talleres y actividades, a uno por semana.
El croto que tiene la dirección de mail en su blog y no responde cuando le escribo diciéndole “Fulano me recomendó tu nombre para hacer clínica de obra”. Y recién contesta cuatro meses después, un mail dirigido a múltiples destinatarios avisando de su taller –pero no clínica–, en el cual practica la discriminación por edad y deja explícitamente afuera a los mayores de 35 años (pero ojo, es muy inclusivo y dice: “Nadie con ganas de hacer el taller puede quedar afuera por una cuestión de plata”. Por plata no, por edad sí).
La que sigue a 1522 y es seguida por 1525, con la cual tenemos seguidores y seguidos en común, a la cual sigo desde hace tiempo, y que –lo descubro cuando miro su feed porque vi un anuncio de sus talleres y clínicas– no me sigue.
La que sigue a 2225 y es seguida por 2232, con la cual… etcétera, a la que le dejo un comentario en un posteo, el cual likea. Pero no me sigue, ni antes ni después del like.
La ignota que se gana un lugar en mi consideración a fuerza de publicar avisos en Facebook, y que, cuando quiero seguirla en Instagram, y le mando solicitud, porque lo tiene privado, me rechaza.
La aún más ignota que se armó un Cafecito para que le paguen a la gorra a cambio de que ella lea, revise, etc., los textos que le manden, y que dos tuits más abajo de donde pone el aviso escribe que “hay que encontrar una forma de sacarle dinero a los onvres por estúpidos pero que no implique only fans o sacarse la ropa” y “Todos los que me parecen tarados son hombres”.
Cada una de las forras –media docena– que me rechazaron la solicitud en IG.
El escritor premiado y subsidiado, puto resentido del interior del interior, que se regodea en maltratar desde atrás de un teclado a quienes hacen talleres y clínicas con él, a los cuales les cobra más del doble de lo que, por ejemplo, cobra Litvinova, y, de paso, compara a los participantes con insectos u otros animales, o nuestros textos con listas de supermercado, con basura o con la nada misma; denigra lo que leemos, lo que escribimos y lo que decimos en el taller, nos enrostra que para darnos lugar dejó afuera a otros postulantes, y, como buen manipulador, termina victimizándose. (Ojalá el sida se encargue de vos).
La entrevistada por un diario que se vanagloria de preguntarles a quienes quieren ingresar a sus talleres “qué lecturas tienen, qué compromiso y vinculación tienen con la literatura” porque “el requisito es que no sea sólo un hobby”.
Los de la cuenta de IG que piden que les manden textos para publicar y, cuando les escribís para preguntar cómo es la mano, contestan copiando y pegando una respuesta preparada donde dicen que si no les gusta lo que les mandaste no te van a avisar, que sólo avisan si les gustó. Parece que es mucho laburo escribir una respuesta negativa para copiar y pegar, parece que si uno no está a la altura literaria de ellos no merece ni una palabra.
Los de la editorial que pide que les manden textos para un fanzine, y cuando les escribís para preguntar qué onda, te responden, pero cuando les mandás el texto, ni un acuse de recibo.
El de la editorial que hace una convocatoria y escribe en su Face que los que responden a su convocatoria están desesperados por publicar.
Todxs lxs que militan el Estado presente, pero cobran en negro y no tributan ni un peso sobre lo que les pagamos.
Todxs lxs que aumentan el costo de sus talleres y clínicas por encima del índice de la inflación del Indec (del gobierno que mayoritariamente votaron).

miércoles, 1 de marzo de 2023

elleivnim etselec

Qué irónico que salgas hablando en una charla Junior Ted de la comunicación y las palabras, que incluso digas “somos seres humanos, a veces nos equivocamos y no encontramos palabras…”, cuando fuiste vos (y/o tu madre) la que se cagó en las palabras que encontró la hermana de tu viejo para tratar de volver a verte luego del accidente donde él murió.
En cambio, preferiste usar palabras técnicas en boca de abogados para que la intimidaran legalmente y, así, desistiera de su intención, aun cuando tuvo la delicadeza de esperar a que cumplieras 18.
Ojalá alguna vez puedas descogerte la cabeza y ver la otra versión de la historia. Y, si no, serás una pobre mina viviendo en una Matrix, una enfermita con nula empatía, pero, hojaldre, seleccionada para una TedEd.

(Después hay gente que dice que el SAP no existe…).

El gato de la calle De las Artes

Ya es de noche y camino rumbo al parque Chacabuco, no sé si fui a correr, a caminar o a qué, no sé para qué. Mientras cruzo una de las callecitas de ese barrio que parten a las manzanas en tres, veo a un gato desde la esquina. Me acerco para maullarle, para ver cómo mueve las orejas buscando la fuente del sonido o para que me mire, no sé para qué, pero él se esconde bajo un auto. Cuando, pronto, desisto de mi intento y me estoy yendo, desandando el camino porque es una calle sin salida, una señora joven desde una terraza me interroga con tono hostil: ¿qué estoy haciendo?, ¿qué gato?, ¿para qué querés ver al gato?
Trato de responder su metralla de preguntas inquisidoras, por no decir histéricas o paranoicas, y le digo instintivamente “para charlar” (sic) cuando lanza la última de ellas, antes de poder racionalizar lo que sucede y, sobre todo, lo que estoy diciendo. La situación me abruma emocionalmente, aparte de tornarse incómoda y tal vez peligrosa; pero, aunque eso no hubiera sido así, no me iba a poner explicarle que el gato era el único ser vivo con el que podría comunicarme esa noche, el único con el cual podría mirarme a los ojos.
Quiero contarlo, profundizar en el hecho de que personas –civiles– me piden explicaciones por andar por la calle, y a la vez me hace mal tratar de recordar lo sucedido para referirlo con la precisión suficiente. Tanto que presumo que una forma de autoprotección borró detalles de mi memoria. Así que solo puedo decir que a vos, forra conchuda que vivís en De las Artes y la AU (mano derecha hacia el sur, la última casa antes del alambrado), te deseo que todos los miedos que mi presencia desató en tu cerebro de mierda se te hagan realidad. Y algunos más también.

Para editar un artículo de Wikipedia (lo cual no voy a hacer porque no quiero quedar a merced de “bibliotecarios” sesgados, soberbios e incoherentes)

Reuniones
La banda se reunió cuatro veces: la primera, espontáneamente, en 1995, en un boliche no determinado al que habían concurrido como público (Pandolfo, Fernández, Varela, Ghazarossian, Colombo), y las otras tres con ensayos previos: en 2002, para el casamiento de Claudio Fernández (Pandolfo, Fernández, Varela, Ghazarossian, Colombo, Borrat); en 2011, en un show de Palo en Martínez (Pandolfo, Fernández, Varela, Ghazarossian, Gorostegui, invitados Gamexane y Alfonso Barbieri), y en 2021, en el homenaje póstumo a Palo en el CCK (Fernández, Varela, Ghazarossian, Gorostegui, Borrat, Colombo, Iskowitz, invitados Cardenal Domínguez, Flopa Lestani, Paula Maffía y Gabriel Ruiz Díaz).

Enlaces
Letras de Don Cornelio y la Zona

Mentiras habituales de los sionistas

“La violencia comenzó cuando los países árabes atacaron Israel el día que declaró la independencia”
Las bandas armadas sionistas venían atacando con éxito a la población local desde antes de esa fecha. Varias masacres y un constante hostigamiento con el fin de despoblar ciudades, localidades y aldeas palestinas habían sucedido desde 1947, en especial en los distritos septentrionales de Safed y Haifa, ciudad que había sido asignada al Estado judío por la partición inconsulta, y cuya población era mayoritariamente palestina.
Entre las decenas de ataques contra población civil realizados antes del 14 de mayo por las fuerzas paramilitares que luego se convertirían en el ejército israelí se cuenta incluso la masacre de Deir Yassin, la más conocida de las matanzas de civiles cometidas por los colonizadores, que dejó un resultado de más de 200 civiles palestinos asesinados.

“El pueblo palestino no existía antes de 1964, cuando se crea la OLP”
Esta mentira suele venir acompañada por la afirmación de que Arafat era egipcio. Defensores del país cuyos primeros ministros fueron todos extranjeros (salvo los que eran/son hijos de extranjeros) se ponen en catadores de lugares de nacimiento…
Igual, acá el asunto es la afirmación falsa que niega la identidad nacional palestina, olvidando –desapareciendo de la historia– a todos los líderes de las revueltas contra la ocupación colonial inglesa, de los cuales el más renombrado es Izzadin al Qassam, que pasó a la posteridad como epónimo del brazo armado de Hamas, aunque el más importante seguramente fue Abu Kamal, muerto en combate a fines de los años 30. Aparte de ellos, hubo decenas de líderes perseguidos por los ingleses, y varios fueron ejecutados en la horca durante los años 30 y 40.
Por lo demás, desde 1911, es decir, desde el dominio otomano, existió un periódico nacionalista llamado Palestina" (foto), que continuó publicándose durante el mandato británico y durante la ocupación israelí. Su último número se editó en 1967.

“No hay ocupación” 
 Esta es una de las flamantes mentiras que los think tanks sionistas tratan de diseminar junto con otras igual de delirantes: que los palestinos son los ocupantes y que el Estado árabe resultado de la partición inconsulta es Jordania.
Abordar esto es más o menos como discutir con un terraplanista porque el argumento más frecuente para justificarlo es que nunca existió una Palestina independiente como para hablar de ocupación. Otros, más sofisticados, niegan la ocupación porque la OLP se creó en 1964 y los territorios reclamados son los conquistados en 1967.
Primero hay que hacer notar que, si no hay “ocupación” ni tampoco igualdad de derechos, y, en cambio, hay dos sistemas legales, los cuales se aplican según la procedencia étnica, lo que hay es apartheid. Ténganlo en cuenta.
La OLP en 1964 reclamaba el 100% de la Palestina histórica y consideraba ocupación el sector asignado a Israel en la partición inconsulta, el territorio ganado y anexado por Israel en la guerra del 48 y los territorios que en ese momento controlaban Jordania y Egipto. Reclamar solo Gaza y la Ribera Occidental (incluyendo Jerusalén Oriental) es reconocer la existencia de Israel.
Y, en efecto, nunca existió un Estado palestino independiente. ¡Porque no lo dejaron!, porque lo ocuparon antes de nacer. Por lo demás, los países no existen hasta que existen: el mismo argumento podría haberlo usado un español en 1809: “Nunca hubo un país llamado Argentina, ña ña ña”.
Lo grave es que no solo la ministra de hasbara y sus minions políglotas promueven esta idea, sino que funcionarios del gobierno de Biden (de Biden, no de Trump), evitan usar la palabra ocupación para referirse a lo que hace Israel en la Ribera Occidental (incluyendo Jerusalén Oriental).
Sin embargo, no hay otra palabra que no sea ocupación para referirse a un Estado que gana una guerra y que, sin anexar el territorio (lo cual implicaría darles derechos de ciudadanos a sus habitantes), mantiene presencia militar en él, siembra de checkpoints el lugar –a los cuales abre y cierra cuando quiere–, establece y protege militarmente no-go zones, demuele casas cuando quiere, detiene gente sin cargo y la mantiene encarceladas sine díe, reemplaza a la población local estableciendo colonias habitadas por fundamentalistas armados, entra a las ciudades y mata a quien quiere cuando quiere, usando, incluso, armas químicas, que terceriza el hostigamiento en los colonos o que, incluso, practica la desaparición de personas en el más fiel estilo Videla.