Estoy viendo la tele, y está el loguito de cada canal en un ángulo superior de la pantalla. Algunos, incluso, son móviles y cada vez que hacen su gracia te roban un momento inconsciente de atención. En un ángulo inferior generalmente está el logo del programa, que parece imprescindible en esta era de tododiseño.
La temperatura y la humedad ocupan su espacio. Y suelen tapar los subtitulados, esos que a menudo pretenden aclarar lo que se entiende aun sin las letritas de colores y sus frecuentes errores ortográficos.
Ahora, encima, explotan promociones que invaden un cuarto de la pantalla y no dejan ver una escena crucial. Y pasan publicidad o informaciones por la parte inferior y te achican la imagen.
En pleno partido, los carteles de la cancha también cambian de color y, aun imperceptiblemente, hacen que el ojo se vaya un instante para ese lado. Y los pixelados y los sobreimpresos para tapar el logo del canal al que le robaron imágenes dejan menos de media pantalla limpia. Y seguro que la forma de los zócalos no es casual, que son más y más grandes para ocultar otros zócalos y otros logos…
A veces, las letritas del close caption –casi siempre desfasadas respecto del diálogo– aparecen por default. Cuando las desactivo, una barra indicadora me tapa la cara del chabón que habla. Eso sí, es más corta que la del volumen, que, por exasperantes tres segundos, parte la pantalla por el mismo medio cada vez que lo subo o lo bajo.
Pokemón es un aprendiz frente a este bombardeo visual.
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