Sépanlo.
Así que no jodan sintiéndose ofendidos por la crudeza del lenguaje, no hagan denuncias absurdas (como le pasó a alguien que conozco, a quien una garca del orto acusó penalmente por “escribir cosas en internet” luego de tenerlo empleado en negro y tragarle un par de sueldos, atribuyéndole hechos que no sólo él no cometió, sino que, además, no constituyen delito), no rompan las pelotas ni crean ver inexistentes abusos.
Esto es producto de una imaginación afiebrada, del dolor de cabeza (y de pecho, del lado izquierdo) que me producen los hijos de puta de mis vecinos, que me impiden dormir más de cuatro horas seguidas con sus perros, gritos, saltos, música, peleas, etc.; fosco producto del cansancio acumulado y de las ganas de cagarlos a piñas. Lástima que no me da el cuerpo…
Lo mismo el uso de la primera persona, mero recurso estilístico, y los nombres propios o marcas registradas, que si existen en la realidad, es de puro pedo.
Estoy practicando para el concurso de novela de Clarín del año que viene. Es eso. Ya lo saben.
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