La serie “24” ya es de culto, y Jack Bauer aparece hasta en los re conservadores Simpson (ya hablaremos de eso).
Me llama la atención que el nuevo héroe, incluso de los que buscan en la tele cierta novedad pretendidamente intelectual, sea un tipo que tortura a otro hasta que se le muere, y entonces lo revive con una inyección en la garganta para seguir torturándolo; un tipo que, atado a una silla, mata a su captor –árabe– mordiéndolo en la yugular; un tipo que por teléfono le da instrucciones a otro sobre cómo matar a un malo, cómo agarrarlo por la espalda, cómo inmovilizarlo, cómo y dónde cortarle el cuello.
(Y eso pasó sólo en los dos o tres capítulos que vi haciendo zapping cuando Fox puso en el aire veinticuatro horas consecutivas de “24”).
Aquí, un párrafo de Fabián Casas al respecto:
Algo en el pathos de la saga es similar a ver un partido de Rafael Nadal. El tipo es una máquina anatómica que llega a todas (puede jugar un partido entero sin parar de correr, como Bauer), un superhombre que se la pasa festejando hasta los tiros que envían sus adversarios a la red. Un infradotado que me hace extrañar a ese personaje beckettiano de los setenta: el sueco Björn Borg. Alguien con elegancia en el sufrimiento, como pedía Hemingway.
(El resto, en el sitio del autor).
Para torturadores y parapoliciales, prefiero a George Cowley y sus lacayos Bodie y Doyle.
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