Paso por Bonifacio y Miró, y la casa de la esquina, que debe de estar abandonada, o, al menos, muy descuidada, sigue en pie entre todos los nuevos edificios.
Como siempre que la vi, su frente está colmado de pintadas. Me reencuentro con una, que está allí al menos desde 1996, y que me vuelve a interpelar, ahora doblemente: “Ando ganas… Llora mi pena por vos”.
La miuurrrda que pasa el tiempo.
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