La tarefa sucede en cualquier parte.
De voz en voz circula la noticia
y en camiones sin baranda,
en carro, a pie,
va la familia entera
con los trastos a cuestas.
El sol ya los sorprende con las manos
en los gajos, las hojas
de la yerba,
cuando no es el tabaco,
la carpida
o lo que venga.
Duermen bajo el sobrado
y a puro tereré, mate y reviro
desgranan las jornadas.
Suerte de pobres, dicen.
Sin infancia, los hijos.
Y como no hay cosecha
–los piquetes, los cortes de la ruta–,
se han venido a la plaza, en este invierno
tan crudo y cruel y despiadado
como en el monte o en el campo.
Sólo que allá ya no tenían qué comer.
Ni qué ponerse.
La gran ciudad los mira,
pero no los quiere ver.
Y por si fuera poco el sufrimiento,
la fatiga y el hambre,
esta mañana gélida una niña
ha dado a luz.
Es una beba, dicen.
(¿Del Yasí, del Pombero?).
La niña madre acuna a esta otra niña
que habrá de repetir la misma historia
de su madre y su abuela.
Si es que llega.
(Rosita Escalada Salvo)
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