Una de las soleadas tardes del humo caminaba por 24 e Inclán, o Salcedo. Las partículas amortiguaban los rayos del sol, y el olor, aunque tenue, picaba en la nariz.
Me hizo acordar a cuando iba a San Martín, ese olor a humo de fondo en la respiración (el humo de las fábricas, o de algún pastizal junto a la vía quemándose) y las líneas del sol refractadas por el confeti carbonizado, suspendido, que vela levemente el celeste del cielo; las casas bajas, las calles apenas transitadas, un taller por ahí…
Parecía la parte de atrás del Liceo, en Villa Furst.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario