Yo te avisé, te dije que los mosquitos vienen reloaded.
Noche, 12 grados, y mientras miro tele un zumbido me alerta. Un mosquito, que no usa pulóver, resiste el frío; pero no resiste mi aplauso. Uno menos.
Madrugada, 8 grados, tapado con doble frazada hasta el cogote, otro vuelo de reconocimiento. Hasta siento vibrar el aire que mueven sus alas junto a mi cara. Esta vez los manotazos en la oscuridad no surten efecto, y tengo que levantarme y poner el Fuyí Vape, envenenándome yo también durante todo mi –entrecortado– sueño para bajarle el volumen mientras el frío impone que tenga la ventana cerrada.
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