lunes, 23 de junio de 2008

Traidora

“Si hubiera tenido hijos, y ya no voy a tenerlos, me gustaría que fuesen como vos”, me dijiste una vez. Y si hubieras tenido hijos y se hubiesen salido un 0,001% de tu plan, seguramente los habrías abandonado en la puerta de una iglesia (católica).
Me dejaste en banda del peor modo, te cagaste en todo lo que dijiste, en el cariño y la confianza que había, en mí, para reducirme a la categoría de ser patético y molesto, así después podías decir “ves que sos patético y molesto”.
No tenías ningún derecho a no tratarme como una persona. No tenías derecho a hacerme doler del modo en que –sabías– más me iba a doler; no, conociéndome y conociendo el lugar de dónde venía. Justo vos, que hablabas de “cuidar” al otro… Ni a sabrinearme, a usarme como me usaste/como me siento usado y descartado por vos.
Al final, ¿qué querías? ¿Aprobar una tesis, tener un caso de estudio para el sorete de tu primo, llenar algunas carencias por un rato? ¿Hacer experimentos con gente? ¿Quién mierda te creés que sos, en tu altar ínclito e inaccesible? ¿Te creés en serio que sos la virgen María?
Yo no esperaba de vos nada más que lo que dijiste que ibas a dar: dijiste “lo hablaríamos”, y a partir de eso creí en vos. Y fue mentira. Sin huevos para hablar (porque compartís la idea de mi viejo de que conmigo no se puede hablar), usaste como espantagente durante todo un año al pelotudo del Taunus verde, ante quien me habrás pintado como me describiste a otro del cual me contaste.
“Los alumnos pasan y los profesores quedan”, dijo la otra, justificando que no enfrentaran a tu directora robaactos. Y vos pensás así: somos alumnos y profesores; no somos personas, no estamos a la misma altura, parece. Hablando de la otra: la usaste como vocera para hacerme saber que pensabas que yo estaba enamorado de vos. (Como si eso fuese merecedor de castigos y destierros, como si fuésemos de castas distintas. Y sigo pensando que no, que si realmente hubiera estado enamorado de vos, sea lo que fuere eso, te habría querido muchísimo más). Le reenviaste el mail que te mandé, y, seguramente por solidaridad de género, me mandó a la mierda también ella. “Me das lástima”, dijo, y no me escribió más.
Bueno, tal vez te borraste porque a vos se te movía el piso conmigo. No hablo de tu histeriqueo, de cuando agitabas con tu virginidad treintañera, ni de cuando me invitabas a cenar a tu casa, de cuando me hablabas días y semanas de ir a tu casa, y me hacías hincharte las bolas con eso, preguntándote cuándo, y, de la nada, un día me decías “mañana nos vemos”. Siempre recuerdo una noche que hablamos mucho, como hablábamos cuando hablábamos, y dijiste que no sabías qué hacer con el cariño que yo te daba, y saliste corriendo por el teléfono, por el auricular vi la polvareda que levantaste en tu huida, y nunca más fuiste la que eras.
Te regodeaste humillándome. Mintiéndome “llamame, que si estoy te atiendo”; haciéndome pedirte las fotos del acto por meses, para terminar mandándolas por correo certificado a mi laburo en un sobre que además contenía ¡una hoja en blanco!; poniéndome en el mismo peldaño con la que quiso hacerme abandonar, porque, claro, éramos de la misma casta, de la casta de los alumnos…
¿Eran necesarios tanto agravio, tanto daño? ¿Eran necesarios la negación de la palabra y el destierro? ¿Era necesario, la puta que te parió?
La enfermedad es contagiosa, y cuando uno necesita un lugar sano (un final sano, un chau sano si es el caso; acceder al know how de relaciones sanas), encontrarse con más enfermedad no ayuda, hunde. Ya lo dije: no tenías ningún derecho a no tratarme como una persona.
Etcétera…

1 comentario:

yo dijo...

¿A cuántos otros seres de la casta de los alumnos habrás seducido con tu carisma y tu belleza para usarlos por un rato (o para presentárselos al que negoció su condena)?
¿Qué verso le habrás dicho al del Taunus verde para que te fuera a buscar todas las noches, así yo no podía hablarte porque "me están esperando"?

Reventada hija de puta experta en mentir mirando a los ojos. Y en humillar. Capaz que sì, que para tu cabeza retorcida eran necesarios el agravio, el dolor y la humillación.

Habla mucho de vos eso de no contestar el mail que te mandé, y, en cambio, reenviárselo a nuestra "amiga", para que me puteara. Y tiene su lógica que hayas defendido tanto a la otra puta gratis y merquera, manipuladora y mentirosa (esa que quiso destruirme, que trató de que yo abandonara un lugar que era ¿casi? el único que tenía); pero siempre hábil para dejar una buena fachada. Tiene su lógica porque sos como ella.

http://www.clarin.com/policiales/MIRADA-CORSI-QUEDAR-LIBRE-FIANZA_CLAIMA20120229_0081_19.jpg