En la esquina de Solís y Cochabamba hay una dependencia del HSBC. No es un banco ni parece haber atención al público, pero grandes carteles anuncian su pertenencia a esa multinacional.
La cosa es que allí son muy cuidadosos de la salud de sus empleados, y es un ámbito laboral libre de humo: el aire que se respira está calefaccionado, tecnificado, filtrado, enfriado, manipulado, y recibe el nombre de puro. Así, los empleados fumadores de cigarrillos legales deben salir a la calle para consumirlos, seguramente con algún tipo de condición en cuanto al tiempo y la cantidad de veces.
Uno pasa por esa esquina y ve a muchos empleados bancarios fumando, y casi no puede transitar por esas veredas, la oriental de Solís, la sur de Cochabamba, y debe avanzar a tientas, enceguecido por la neblina localizada que producen esos hombres chimenea y ahogado por su humareda cancerígena.
Y aunque hay un gran cenicero junto a la puerta, los empleados del HSBC prefieren tirar las colillas en la vereda, alfombrándola con el beige y el blanco, y a veces también el rojo labial, de los puchos, y cientos de ellos por día van a parar al sumidero o pasan a ser abono nicotínico para los árboles que flanquean la entrada del edificio.
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