El noticiero me pone unos violines lacrimógenos de fondo y me muestra a las vaquitas agonizando por la sed, sus vientres hinchados por haber tomado agua podrida, y sus cadáveres, y sus osamentas. Lo que no me dice es cuál sería el destino de esas vacas: el camión jaula, el matadero, tu plato zoófago…
Y se angustia el propietario. Y se le quiebra la voz.
No por las vacas. Por su bolsillo.
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