En vez de poner la tableta entera sobre la chapita que se calienta, ponés sólo una mitad, de modo que la otra quede sobre el plástico del aparatito. Y al día siguiente ponés a calentar la otra mitad.
A partir del tercer día, aunque se haya descolorido la tableta, y no tenga el olor penetrante de la primera vez, hay que dejarla lo mismo, ahora sí, dispuesta íntegramente sobre la chapa. Haceme caso, se la banca. El momento de cambiarla es cuando viene un mosquito; no antes.
También podés poner la tableta nueva sobre otra usada, o sobre el pequeño parante plástico que está sobre la chapita, de modo que el calor le llegue indirectamente, lo suficiente como para hacerla perceptible para los mosquitos, pero no tanto como para que se agote en una noche.
Igual, cada vez que me acuesto, me enveneno suavemente con esa mierda…
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