Estaba viendo ayer el desagradabilísimo programa de canal 13 “Policías en acción”. No voy a hablar de que muestran a los delincuentes pobres, y a pobres que no son delincuentes, de un modo miserable, regodeándose en su pobreza y en sus carencias. No voy a hablar, tampoco, de lo que no muestran: del pelado que mandó matar a la jermu y sigue libre y en la tele, o de los secuestradores de Bergara.
Voy a hablar de dos cosas que me llamaron mucho la atención porque lo que más me asombra es que lo pasen en la tele y no haya reacciones al respecto. La primera de las historias es la de una señora del conurbano que llama a la cana porque su hijo, que es esquizofrénico, se está comportando de modo violento, amenazando con un palo a un vecino que, si no entendí mal, también es un familiar. Llega la yuta, y lo único que el pibe –de unos veintipico de años– dice es “andá a tu casa”; en un momento lo reducen, le quitan el palo y lo esposan.
El policeman dice a cámara que van a llamar a la ambulancia y recalca que se trata de un enfermo, no de un delincuente. Pero la imagen siguiente muestra que todos van a la comisaría. Se supone que la ambulancia no llegó, aunque nadie nos dice nada sobre eso. De inmediato nos presentan a la madre del muchacho sentada en la sala de espera de la taquería; la cámara panea y vemos al chabón en un calabozo, contra las rejas, no sé si esposado a ellas o no. Al fondo, con las caras pixeladas, se ve a dos pibes en cueros y bermudas, compartiendo el calabozo con una persona que en ese momento estaba en un estado de excitación violenta…
Otro de los segmentos muestra a un chorro que robó un auto y en su huida chocó contra una camioneta que estaba estacionada. El dueño de la camioneta se queja, los vecinos dan su testimonio, todo el show y el color –amarillo– que es habitual. Lo asombroso es que después se ven imágenes del imputado, detenido en un calabozo de una comisaría de Lanús, sentado en un camastro de hormigón y esposado al bloc de un motor que está en el piso, lo cual lo obliga a estar con el torso inclinado, en una posición incómoda y, con el tiempo, dolorosa.
Más alucinante es lo que sigue después: el periodista, que quizá sea el mismo camarógrafo, charla con el pibe y lo empieza a interrogar: que si fue él, que por qué lo hizo, que los vecinos lo acusan a él, que dicen que ya lo hizo antes. Y remata la entrevista remarcando lo paradójico de que un ladrón de autos termine esposado al motor de un auto.
Según tengo entendido, la policía no puede interrogar, tarea que está reservada al magistrado. Menos aún puede interrogarte un periodista, sea policial o cuasipolicial o parapolicial. Supongo que cualquier abogado mediocre logrará la anulación del caso por esa irregularidad flagrante y televisada.
Salvo que todo sea ficción.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario