El vecinito insufrible está haciendo la tarea junto con su madre malhumorada. Mientras, a la hora de la siesta del sábado, trato de recuperar una parte de las horas de sueño y de descanso que me robaron todos mis vecinos el fin de semana largo. La eterna crispación que irradian lo hace imposible.
Aparentemente está aprendiendo las raíces cuadradas, o eso intuyo en sus voces deformadas por la irritación. Me dan ganas de asomarme a la ventana y decirle: “Los radicandos son 36, 49, 64, 81, 100, 121, 144, 169, el de 14 no me acuerdo, 225, 256, la puta que te parió, morite, la concha de tu madre”.
Giro en la cama como un pollo en el espiedo, porque sé que estoy en el horno y no me voy a poder dormir: me robaron otro día, otra noche, otra tarde de sol, una de las últimas que quedan. En un momento se me conectan dos neuronas y descubro que si al radicando de 13, es decir, a 169, le sumo 13, y le sumo 14, tengo el radicando de 14, que es 196.
Lo pruebo con una más fácil: 81 + 9 + 10 = 100. Me aseguro con otro ejemplo: 100 + 10 + 11 = 121. Y con el siguiente: 121 + 11 + 12 = 144.
Y mi hallazgo permite que una sonrisa venza brevemente a mi agobio y mi somnolencia.
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3 comentarios:
Una sonrisa entre tantos numeros, k alivio!
si vas a ver a palo mañana, 24/5, al obelisco contá cómo estuvo.
Un saludo!
gracias por pasar!
Un saludo!
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