lunes, 7 de septiembre de 2009

La fiscal Mónica Cuñarro se parte de buena

Bonelli y Sylvestre entrevistan a la impresionante fiscal Cuñarro. El tema, previsible, es la despenalización. Mucho no me acuerdo qué dicen porque siempre se dicen giladas sobre eso y porque la imagen de la doctora me lleva la cabeza hacia otros lugares.
Sin embargo, en un pasaje de una respuesta, la milfísima fiscal se refiere a la ley vigente, que permite actuar aun cuando no medie un delito. Usa la expresión “adicciones complejas” y pone como ejemplo el caso de Charly García. Actuar, está claro, implica la privación de la libertad. La complejidad es algo que no describe, quién la establece es algo que no sabemos.
Resulta preocupante la vaguedad de sus afirmaciones porque la página web de alguno de los lugares en los que podés caer enumera los siguientes “síntomas” a identificar: “Cambios bruscos en el estado de animo, descuido del aseo personal, amistades desconocidas e inadecuadas, cambios negativos en el rendimiento escolar, olores raros en su cuarto, dificultades para dormir, problemas para expresarce sobre todo en los sentimientos, cambios en la forma de vestir, desaparicion de dinero o objetos de valor, ojos irritados, mirada perdida, lagrimeo nasal, quemaduras en la mano y labios, falta de motivacion, mentiras frecuentes, rebeldia y situaciones de violencia, alucinaciones”.
Más allá de los errores ortográficos, que revelan los problemas para expresarse que tiene esta gente, y que dejé adrede, me alucina que puedan decir algo así alegremente (y que alguien pueda creerlo), que tengan poder para privarte de tu libertad, para disponer de tu vida. Digo, la mitad de esas cosas puede corresponderse con la menstruación. Y dos terceras partes, con unos vecinos ruidosos que no te dejan dormir…
Así, uno puede ser encerrado en centros donde te reducen a la servidumbre, donde el trabajo físico, la degradación y la religión son parte del tratamiento, donde unos descerebrados desdentados quemados “rehabilitados” están a cargo, donde los grupos de sentimientos son ocasiones para que una decena de infelices te reputeen con las tres únicas palabras que tiene su vocabulario y te avasallen con la abismal mala onda que emiten.
En esos sitios te comen la cabeza, te hacen sentir mierda y te tratan como mierda, y acaban transformándote en mierda. Le dicen a tu familia que no crea nada de lo que les contás para asegurarse total impunidad, y terminan de arruinarte creándote una “conciencia de la enfermedad”. Se trata de convencerte de que estás enfermo y sos impotente, de que solo no podés, de que necesitás ayuda (la de ellos, no otra) y de que, si no aceptás su “ayuda”, no te querés ayudar y estás en riesgo. De que aceptes, cabizbajo y colmado de culpa, que necesitás un cambio, y que ese cambio pasa por cambiar tu conducta. No el contexto enfermante. Vos.
Como tu vida está en juego, están habilitados, tanto en el imaginario del familiar como por la ley, a disponer de ella. (Porque, como todos sabemos, no somos dueños de nuestro cuerpo ni de nuestra vida, que le pertenecen al Estado). La finalidad es transformarte en un rehén sine díe de su poder y en un rehén eterno de su lógica, según la cual vas a ser adicto para siempre, aunque no consumas. Su paradoja es férrea: sos un esclavo, y te obligan a liberarte; pero nunca lo lograrás del todo.
A liberarte con sus reglas, que son las únicas que valen y que aconsejan la internación completa en comunidad terapéutica de personas “cuyo compromiso con las drogas o el alcohol es tal que ha complicado severamente sus relaciones familiares y se hallan con síntomas físicos y psicológicos de consideración, han perdido su relación laboral-educativa y, frecuentemente, poseen causas legales”. ¿Me internarán a mí también, que ahora mismo puedo tildar cada uno de los ítems que señalan, salvo “drogas o alcohol”?
Todo porque sos “un adicto complejo”. O porque te tocó un juez convencido de que si te agarraron con algo, no sos un delincuente, sino un enfermo y, entonces, tenés que curarte. Pero no curarte de cualquier forma: la única cura pasa por la internación, tal vez porque es el castigo a tu torpeza. Así, puede (¡podía!... ¿podía?) decidir tu privación de la libertad aunque seas un consumidor tan ocasional como desafortunado. O porque sos menor y tu familia quiere sacarse el bardo de encima (como el hijo mayor de Soldán, arruinado y recluido hasta la muerte en esas mazmorras) o tiene la cabeza comida por este discurso. O porque, mayor o menor, incluso vos mismo consideraste que necesitabas ayuda.
Algunos de estos institutos no se limitan al tratamiento, sino que abiertamente buscan presentar “un planteo integral, científico, ideológico y político en el campo de la adicción a las drogas”. Y, como parte de su ideología, confunden maliciosamente el uso de sustancias con su dependencia, buscando desarrollar una forma de control social sobre los jóvenes, vinculándolos preferentemente a ellos, al estereotipo del adolescente rebelde y desgreñado, con el consumo de drogas ilegales.
A menudo hablan del “combate” contra este “flagelo”, desplegando una semántica mesiánica que rápidamente revela su obsesión con el cuerpo y con la conducta adolescentes, procurando operar sobre ellos para sujetarlos en nombre de su normatividad neovictoriana.
De esta manera, consideran que tanto el adicto como su familia son “transgresores” y que deben aprender a decir “no”. Más bien, a que les digan que no, porque el “no” del privado de la libertad, todo él, carece de valor, derecho y entidad en esos presidios siniestros. Una de las clínicas –una de las clínicas más caras de Buenos Aires– declara tener tres leyes fundamentales en su comunidad terapéutica: “NO drogas, NO sexo y NO violencia”. Esta privación se repite por doquier y hace imposible no preguntarse cómo se cumple la no violencia cuando la misma privación de la libertad implica una violencia y, más aún, cuando los mismos responsables médicos explican que “la primera medida a tomar para intentar su rehabilitación es crearle un conflicto: generamos conflictos para poder empezar a trabajar terapéuticamente”.
Tampoco se entiende el porqué de la privación de sexo, salvo por esa obcecación conductista. Ni se termina de comprender qué implica: si se limita a la prohibición de coger, si uno tampoco puede pajearse, si te drogan tanto que hasta perdés noción de que tenés pene o clítoris, o si te los cortan cuando entrás. Ni se aclara cuál es el castigo por infringir esas leyes. Ni en este ni en ningún caso se aclaran los castigos. No se detallan las privaciones ni las humillaciones extra que se infligen, el envilecimiento y la ignominia, la cultura de la delación y el sinfín de prácticas que exceden el calificativo de carcelarias para merecer el de soviéticas.
Ante el silencio y el desinterés de los organismos de derechos humanos, pueden, a su arbitrio, prohibirte las visitas o el contacto con otras personas, humillarte públicamente en los “grupos de confrontación”, restringirte los movimientos atándote a la cama o drogándote con una dosis mayor de las drogas que usan…
Como “el adicto y su familia deben aprender leyes, límites que implican el NO”, aplican, con perversidad fanática, reglas enloquecedoras, o enloquecidas, por las cuales los retenidos deben suprimir ciertas palabras de su vocabulario, cambiar su aspecto y cubrir los tatuajes que pudieran tener.
Según dicen, el fin de esas imposiciones es la necesidad de enseñarles a los pacientes a controlar los impulsos y la agresividad. Pero no es nada casual que los límites que enumeran sean los que tienen que ver con los placeres que perturban a quienes detentan el poder, y que no se refieran a otros, como, por ejemplo, la comida.
En ciertos lugares de esta índole podés conseguir faso. En otros, no: son muy estrictos, y el personal, muy confiable. Eso sí, tres celdas más allá pueden estar dándole tratamiento electroconvulsivo a un depresivo. (¿No, Kalina, sorete torturador diplomado?).
Ese mismo psiquiatra mediático se jacta de que en Villa Guadalupe las tareas terapéuticas son realizadas por un gran número de personas, lo que evita “la simbiotización característica de la forma de relacionarse de este tipo de personalidades” y “favorece la desimbiotización”. Suprime de esta forma la posibilidad de la empatía, y propicia el anonimato y la despersonalización, obliterando cualquier intento de comunicación o de construcción de un lugar donde hacer pie desde la singularidad y la subjetividad.
Y ninguna de estas reclusiones, las más estrictamente profesionales o las que se basan sobre todo en lo religioso, puede cumplir el objetivo que declaran. Favorecen el consumo –y la finalmente la adicción– a los tranquilizantes y al tabaco. Construyen un micromundo alienante e irreal que impide cualquier forma de adquirir recursos para manejarse en el mundo real sin consumir (si es lo que querés), sin consumir excesivamente (si es lo que querés), e incluso en situaciones donde no está en juego el consumo. Y enquistan en sus víctimas el resentimiento y el estrés postraumático debidos a haber vivido un hecho de encierro y humillación.
Por lo demás, nadie parece reparar en que la situación de consumo puede complejizarse por circunstancias ocasionales y que son esas las que deberían observarse. Por ejemplo: yo soy un pajero ocasional, pero como el orgasmo es colinérgico, y el único orgasmo que puedo tener últimamente es el que tengo a la mano, suelo masturbarme con más frecuencia cuando mi cerebro necesita la reacción química que se produce en esos casos. Al saber de esto me expliqué por qué a veces necesitaba hacerme una antes de levantarme y otra antes de dormirme. Y por qué me masturbo más cuando estoy hecho mierda por el mal descanso al que me someten desde hace demasiado tiempo mis vecinos del orto.
Después de escuchar a Cuñarro, de ver que esos son los progres que defienden la despenalización de la tenencia para consumo personal, tenía ganas de curtirme una rayita sólo como acto político. Pero no tenía, y mejor no. Así que la próxima vez que vea en la tele a la despampanante fiscal, voy a poner el volumen en mute para realizar sin distracciones el acto político que tengo más a mano: dedicarle la que se merece sobradamente.

De todos modos, no deja de ser un alivio andar por la calle con una persecuta menos.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuantas horas de television haces al dia???????A veces tengo que googlear para ver a k persona(j) nombras(o ninguneas/maltratas).

Anónimo dijo...

Claro que entendi k no la estas ninguneando,era en general eso.
Tan mal no me explico(o si?)

Olga Eter dijo...

A) No necesito ver tele para saber quién es la fiscal Cuñarro. Soy una persona informada.
B) Esa pregunta me suena al interrogatorio policíaco-medicinal-psiquiátrico-psicológico al que me sometieron reiteradamente el año pasado: ¿fuma? ¿cuánto por día? ¿se droga? ¿un porro cada cuánto? ¿bebe alcohol? ¿cuánto por semana? (un litro, o dos) ¿un litro o dos? (uno y medio te parece?)
C) No ninguneo ni maltrato a la fiscal. Digo que se parte de buena aunque haya pasado los 40.
(Puedo reconocerte, en cambio, que a algun otra gente le dediqué comentarios un poco fuertes; v. gr. León Gieco, jaja).
Me parece sí un poco tenebroso su discurso, ya que no cuestiona la privación de la libertad, que, como toda privación de la libertad, queda al arbitrio de sujetos que tienen ese poder por méritos bien discutibles y cuyas decisiones son bien falibles.
Eso para no hablar de las múltiples –y bien vagas- interpretaciones que la expresión “adicto complejo” puede tener, según el/la juez, y que puede terminar con cualquiera de nosotros comiéndose un garrón bastante más grande que el de una fucking causa por tenencia, que ya de por sí es una mierda, como todo encontronazo con la Justicia.

Te saludo cordialmente…
(prrrrrrrrrrr)

Anónimo dijo...

A-Nadie dijo q fueras desinformada(informate,yo solo te dije bigotuda).Q te morfaste a Silvestre y a Bonelli no lo podes negar(espero no te hayas indigestado),asi comienza el post.Prrrrrr
B-Creo k para darle mas veracidad al hecho del interrogatorio seria valido la presentacion de las respuestas ante semejante interrogatorio(esto a mero fin de divertimento popular).Sino son solo paroleparoleparole.....
C-Repito(y me explico....grrrr odio explicarme)....bueno,no....mejor me copio...."Anónimo dijo...
Claro que entendi k no la estas ninguneando,era en general eso.
Tan mal no me explico(o si?).

13 de septiembre de 2009 23:46".Mmmmmmmm,sos dura cuando keres ehhh.




Fiscales y jueces/juezas y abogadxs estan atadxs a leyes vejestorias,vetustas y completamente desubicadas de la realidad.En realidad...lo de atadxs jeee....la mayoria estan arreglados,aceitados,cambiando favores por puestos en algun sillon mucho mas mullido..etc,etc,etc,serian mejores palabras para ellxs.Hablo desde el gran desprecio que les tengo a muchxs.
Muchos de esxs magistradxs son los k dejan salir a un violador x buena conducta d un penal(ningun violin hace kilombo en un penal,no puede,no lo dejan,se convierte en siervo del Señor ante todo y sierva de los sopres-otro temaaa*-)Son los k mandan a unx menor huerfanx a un instituto de rehabilitacion mental(???) por el simple hecho de k no tiene a nadie en todo el puto mundo.O,a un gil x drogon.Y,tambien a gente con sindrome de Down y tambien a gente pobre sin recursos.Terminan encerrados en lokeros,empastillados y completamente anulados.Es tenebroso y macabro,para mi,sin dudarlo.



Deci k tengo buenos reflejos,casi me arañas la cara.Jaajjajaj.

Me retiro gratamente satisfechx ante la magnitud de su respuesta frente a mis pocas(y malinterpretadas) palabras.




*broto*roto*orto*otro*

Olga Eter dijo...

Yo me siento reconfortada ya no por tu explicación acerca de ese malentendido, sino por tu opinión, la cual comparto indudablemente.

Anónimo dijo...

Ya te habia dicho k sos adorable no?

Anónimo dijo...

http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2011/06/25/sucesos/SUCE-02.html

http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-170968-2011-06-28.html

Anónimo dijo...

Clase 1964 la fiscal...