Fui a la dentista. La segunda vez en quince años.
Imaginate cómo tengo el comedor…
Alguna vez descubrí, y siempre la tengo presente –e incluso la mencioné aquí–, la analogía que hay entre la destrucción de mis dientes y la otra destrucción. Eso de que a los seis años mi dentadura estaba sana, según el certificado del colegio que encontré una vez, y que en pocos años se hizo mierda.
No sé si hay una relación directa entre ambas cosas, pero la metáfora es poderosa.
Ella me habla de la otra vez que la visité, le recuerdo que fue en 2001, se sorprende de que haya pasado tanto tiempo, le digo que me acuerdo todo de esa tarde, que ocurre una vez cada tanto y que así es fácil recordar.
Finalmente, abro la boca y callo. Cuando termina la inspección me dice que no es tan terrible. Que para mí puede serlo, pero que para ella, que por su profesión está acostumbrada a ver dientes todo el tiempo, no está tan mal. Y enumera: tengo una buena dentadura, buenas raíces, la higiene es buena, no tengo placa bacteriana, el arco de la dentadura está conservado, con un tratamiento de conducto tal vez podrían salvarse algunas piezas poniendo un perno y una corona…
No habla de todo lo que falta. Es cierto.
Y se lamenta de que haya llegado a este punto. Le digo que hubo un momento en que todo se rompió. Y ella, que conoce la historia, una versión de la historia, asiente comprensiva y compungida. (Cuando se lo digo, otra vez, la tercera o cuarta en el ratito que llevo allí, siento que mis ojos están a punto de rebalsar. Y ella me toma las manos, como ocho años atrás, cuando me rendí ante su intento de extracción).
Esperando el tren, o esperando el bondi, o durante el viaje, veo que en esa conservación también hay una metáfora.
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1 comentario:
Tenes un monton de cosas q yo no tengo.
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