miércoles, 31 de marzo de 2010

Noctámbula

Estos días estoy durmiendo con un horario “normal”. Me acuesto a la noche, entre las 10 y las 12, y me levanto a la mañana, entre las 9 y las 11.
(En el medio, me despierto varias veces, me quedo desvelada, me pongo los tapones en los oídos para que los vecinos no me despierten, me demoro despierta un rato más cuando llega la hora de ponérmelos para tenerlos puestos menos tiempo y evitar incomodidades y dolores… y terminan despertándome igual, con tapones o sin ellos)
Y estos días no pude escribir un carajo. De día, aunque tenga tiempo y haya descansado, no me sale escribir. Ni frente a la compu ni sobre el papel, que hasta me imprimí los borradores que tenía, y casi no avancé con ninguno.
Vivo al ritmo del sol inquieto, que todo el tiempo me recuerda que se está yendo. Vivo al ritmo de ellos, que no paran de agitar el aire con sus movimientos y con sus voces.
No puedo decir-me lo que –me– digo acá, y fuera de acá tampoco puedo hacer nada de lo que quiero. Se pasan las horas sin que pueda detenerme, sin lograr concentrarme y sumergirme en la suspensión del tiempo que por un rato trae la noche.
Decir que no rindo, que el día no me rinde, es ponerlo en términos eficientistas. Entonces digo que no soy si no es de noche.
Y pido que se haga la noche. Y que se suprima la mañana.

2 comentarios:

JUDY dijo...

Soy noctámbula y me cautivaron tus letras.

Olga Eter dijo...

Qué bueno.
Me alegra.
Cautivante...

me voy disfrutar el silencio de la noche con eso...