viernes, 30 de abril de 2010

Anticipadas

Detesto sacar entradas anticipadas. Es más barato, es cierto. Pero me mata la incertidumbre; la ansiedad, si querés. Me pica mucho la posibilidad de cada imprevisto, hasta joder demasiado. Que si me enfermo, y trato de no exponerme al fresquete de estas noches, dejo de hacer cosas, cambio horarios. Que si pasa algo y me dejan de garpe, y tengo que ir solo, o invitar a no sé quién, o tratar de vender la entrada en la puerta; y eso no lo puedo manejar. Que si me voy a sentir bien, que si no; y procuro acomodarme los horarios con días de anticipación para tener un margen que me permita una cantidad apropiada de horas de sueño, y me cuido con la comida para evitar un problema como el de los chiles de la otra vez. Que si se suspende, y eso tampoco lo puedo manejar…
Si fuese por mí, sacaría las entradas esa misma noche. Lo organizaría en el momento: si me siento bien, voy. Si sale, vamos; si no, no. Pero no sólo por el descuento conviene sacar anticipadas. Porque podés comprarlas uno o dos días antes, cuestión de minimizar la exposición a contratiempos e imprevistos; pero los mejores lugares ya estarán ocupados. Y porque no todo el mundo se siente cómodo con la improvisación.
Entonces hay que ir un día especialmente a sacar la entrada, y si la boletería está cerrada, hay que ir de nuevo… (Y a mis ansias, a las que me hacen flashear con salir del show y caminar por esa vereda que camino cuando voy a sacar las entradas, a ellas no les ganás con trampas como la de decidirlo sobre la hora).
Cuando llega el día y todo salió bien, y no me enfermé, ni se murió nadie, ni se suspendió, ni nada, unos vecinos de mierda me impiden dormir la última, vital, hora de mi sueño, a las dos de la tarde, y a las tres, y a las cuatro, con sus alaridos y sus berrinches. Y a las cinco, y a las seis, hay silencio, pero es su fragilidad la que no me deja dormir. Y sé, anticipadamente, que la noche cagó.
Y llega la noche. Llego a la noche mal descansado, aturdido, somnoliento, con un dolor de cabeza que la última mitad de un Tetralgin no puede disipar esta vez. Y cada inconveniente suma fastidio, desde pisar caca de perro en la esquina de casa y tener que volver corriendo a cambiarme las zapas hasta el rápido descenso de la temperatura por la noche, que me hace dudar todo el tiempo qué ropa ponerme (y elijo mal, obviamente…), pasando por la enorme demora de ese tren del orto.
Hay tanto puesto en la previa que al final termina pesando más que el show en sí. La expectativa alimentada por tanto tiempo hace que parezca algo más bien común, algo que no es para tanto. ¿Esto era? ¿Esto estuvo latiéndome más de un mes, desde que lo anunció en su My Space? ¿Por esto la flasheé de todos los colores? ¿Esto era lo que previví todo este tiempo, con lo que hinché las bolas y me hinché las bolas?
Sí. Eso era. Y estuvo bien, pese a todo. Tengo que recordarlo y contarlo para comprobarlo. Pero estuvo bien. En serio. Fijate.

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