viernes, 20 de mayo de 2011

Rock del jardín de infantes

“Levanten las manos los que viajaron más de 1700 kilómetros para estar aquí esta noche”, arenga el Rockstar, no para sentirse más poderoso él –que no se menciona en la arenga, que elige una forma impersonal–, sino seguramente para que todos noten su poder al ver cuántos se movilizan por Él. Y pone el acento en la cantidad de kilómetros recorridos no por su porteñocentrismo: hace hincapié en eso para alimentar la lógica futbolera de que cuanto mayor es el esfuerzo y más son las vicisitudes atravesadas, más se siente la camiseta.
Otro Líder insta a su público a hacer un trencito cuando está por terminar el show, y hasta se dirige a una persona en particular (“todos lo siguen al de remera naranja”) para que encabece la marcha. Él también da rienda suelta a su vocación de animador de fiestitas infantiles –o de coordinador de viaje de egresados– y nos subestima a todos diciéndonos cuándo y cómo tenemos que manifestar nuestro entusiasmo.
La Nueva Estrella Latinorrevolucionaria presenta una canción en un megaevento oficial con entrada gratuita. Va a tocar “uno de los temas que me gusta de este nuevo disco. Oye, que no lo tienen que comprar, lo pueden bajan por internet si quieren. Si lo quieren comprar, pues lo compran, pero si tienen que comprar pan, leche, huevo en la casa, pues no lo compren: compren pan, leche, huevo”.
El muchacho se cree tan importante que piensa que es necesaria su autorización para que nos bajemos el disco. No dice “ya saben que pueden bajárselo, ya saben que no me molesta si se lo bajan”. No. Nos da su permiso, y de inmediato lo condiciona al hecho de necesitar comprar alimentos básicos.
Me resulta insultante para quienes son apremiados por esas necesidades que venga un nardo a decirles qué deben hacer en casos así. Y si todo es show off para hacerse el progre, o el revelde, fuck, flaco, atrasás veinte años: en el 89, en plena crisis del vinilo (y de todo en general) salió el disco del finado Mezo Bigarrena, cuyo anuncio en la Rock&Pop terminaba con la voz del vasco diciendo: “Si no puedes comprarlo, róbalo”.
Y me resulta insultante para mí, porque no necesito que venga nadie a decirme cuáles son mis prioridades. Sin embargo, parece que él sí necesita decirlo, o que su público necesita que se lo digan, o que él que cree necesario decirlo.
(Igual, al rato la Nueva Estrella se reivindica un poco y, en el festival del gobierno que defiende como ningún otro los derechos humanos, “desde afuera vengo a ejercer el derecho de decir que no deben haber asesinatos como los que están ocurriendo acá”. Habla de Mariano Ferreyra, de los muertos en Soldati, de los tobas asesinados por la represión del gobernador kirchnerista-ex-menemista Insfrán, que no carga con el estigma de “asesino” que lleva Sobisch…).
Esa subestimación repetida revela lo que el público es para ellos, y me hace recordar al Condenado Cantante preguntándoles a sus fans “¿se van a portar bien?”, como si fueran nenes de cinco años, luego de decirles que tengan cuidado con la pirotecnia.
Cuando veo eso, cuando pasa eso, me siento incómoda, como en toda masa; me siento desdibujada e informe. Y me alejo. Aunque me guste la música.

1 comentario:

y.0. dijo...

Finalmente, el imitado terminó imitando al imitador y usando un tonito condescendiente, reemplazando el lúgubre "¿se van a portar bien?" por el revelador "los que estén borrachitos, tírense para atrás".

Pero no quiero hablar de ellos, sino del otro personaje, al que dejaré de aludir para llamar por su nombre: Hugo Lobo, de Dancing Mood.
En su último show hace una pausa sentida entre tema y tema, dice que estamos viviendo "unos tiempos medio de mierda" y menciona que un seguidor de la banda "fue víctima de la inseguridad: para chorearlo lo mataron el viernes pasado".
No recuerda el nombre de la víctima, tampoco el de la novia -que fue quien se puso en contacto con él para avisarle, porque para ellos Dancing era una banda re importante e iban seguido a verlos-, pero pide un aplauso para el pibe, y también para su familia y su mujer.

Dos temas después, arenga al público con la frase "el que no hace palmas... tiro en la rodilla". Y pronto agrega, cultivando, como es su costumbre, la estética tumbera, "para vos, gato negro".

¡¡Flaco!! Acabás de hablar de un pibe al que mataron en un choreo y decís eso. O sea... ¿sos boludo o tanto humo te entumeció las neuronas y te anuló el registro de lo que es desubicado?