sábado, 26 de noviembre de 2011

Los límites de internet

Estoy a cuatro cuadras de uno de los bordes de la ciudad. Tengo que actualizar el blog, y no quiero repetir ninguno de los dos o tres cybers que hay en ese nodo de transportes. Supongo que también tengo ganas de caminar, que tengo ganas y un cuerpo que me responde. Entonces me voy a buscar un cyber por la avenida que corre casi paralela a ese borde.
Nunca caminé por ahí, y voy mirando a uno y otro lado de la avenida, pero no hay un puto cyber. Ni siquiera cerca del colegio hay uno. Varias cuadras después, diviso uno a mano derecha. Cruzo la calle, me acerco, y veo el cartel que dice “cerrado”… Sigo caminando, hasta que el lugar se me hace inhóspito y desasosegante.
Es la última cuadra, decido. Fueron veinte cuadras, me entero en casa, cuando reconstruyo mi periplo en la Filcar. Veinte cuadras y un solo cyber, que estaba cerrado. Acá doblo, me digo, y si no encuentro nada, me vuelvo. En esa calle hay varios negocios, y, entre ellos, finalmente, descubro un cyber.
Entro, pregunto cuánto cuesta y cada cuánto fraccionan, pido una máquina, y pongo manos a mi obra. Mientras leo, copio y pego, tengo que escuchar lo que habla la gente en las cabinas. Tendría que hacer un post con eso, sobre todo en los cybers de Constitución, pero no tipeo tan rápido como hablan…
También escucho los diálogos entre el encargado y los clientes. Una mina sale de la cabina y cuando va a pagar le cuenta al chabón que se mudó hace poco a los monoblocs de enfrente y le pregunta qué proveedor de internet le recomienda. “Internet llega hasta acá –le responde el pibe–. Hasta esta calle. Enfrente no llega”. Y le da una explicación que no recuerdo porque mi cabeza quedó tildada al oír eso, procesando las palabras más increíbles que conocí últimamente.
Estamos a cuatro o cinco cuadras de uno de los límites de la ciudad, pero todavía faltan cuarenta o cincuenta cuadras para que ese límite se encuentre con otro y formen uno de los vértices del mapa. Me pregunto si en todas esas cuadras tampoco hay internet o si el servicio vuelve kilómetros más allá. Me pregunto para qué sirven en ese lugar las netbooks que dan los gobiernos municipal y nacional. Me pregunto por qué internet llega hasta esa calle, si enfrente hay edificios, si, capaz, vive más gente ahí que en todas las cuadras que vengo caminando.
Como sea, eso tan usual y cotidiano, se corta acá. He posteado desde alguna villa porteña o desde algunos lugares del tercer cordón del cono urbano sin preguntarme siquiera si había internet. Es algo que está en todas partes. Pero acá enfrente no. Estoy a cuatro cuadras de un borde de la ciudad, pero estoy en la frontera de la conectividad, en el límite del mundo. Y todavía tengo que volver.

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