Estiro los gemelos en un umbral propicio. A veinte metros de la esquina, a veinte centímetros de mis ojos, el vidrio opaco de la farmacia refleja las luces del viernes a la noche.
Rojas, blancas, verdes, azules, se derraman por los bordes del rectángulo. Escapan por la avenida perpendicular como un pinball multibola al que nunca aprendí a jugar.
Vuelven, hipnóticas e inabarcables, y cada secuencia me dice en su morse de luces algo que no puedo traducir.
Revés al noche la viendo.
Y me vuelvo las dos cuadras a casa por la calle oscura.
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4 comentarios:
el otro día pasé por el castillo del primer piso alli sobre la avenida.
uh.
ahí a la vuelta vi por última vez a alguien muy queridx.
era el primer día póstumo. tenía esas viejas Reebok grises a las que les debo un obituario y la camisa verde a cuadros re tortillera.
y un montón de recuerdos más.
si uno supiera cuando no va a ver más a la gente.... al menos dejaría de pensar en esas personas tanto tiempo, no se te aparecería la idea de qué decirle, la de imaginar un reencuentro o la de mandar un último mail (con "la misma miel", de smm), que, como los anteriores, no tendrá respuesta.
pd: Lástima que ese sitio agoniza; si no, me entretendría con los mapas, que tanto me gustan. Esa necesidad de orientarme, de estar orientadx por las dudas, jajaja.
y gracias x acordarse, siempre.
era la navidad más triste en mucho tiempo. (tal vez sólo por tomar conciencia, porque cayó la ficha)
terminó siendo la más vergonzosa. van a tener 81 y se van a acordar del vaso roto en un ademán excesivo y torpe.
-muerte, muerte muerte- bueno, no tanto. papelón: que es peor.
quería actualizar hoy, pero no llego.
es dificil escribir despedidas.
sobre todo cuando son a destiempo, o cuando son solipsistas, despedidas de quien ya no está y no le interesa.
(despedirla de mi cabeza).
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