domingo, 23 de julio de 2017

Allá por el 87

Allá por el 87, nuestras biblias eran negras, redondas e inconseguibles. Fuimos la encarnación de copistas medievales multiplicándolas en casetes condenados a terminar sus días –pronto– como guedejas de cinta atascada. No parábamos hasta que el soplido de la cinta y la fricción notable de la púa eran la mayor parte del ruido informe que devolvían los parlantes del doble casetera.
Nos esculpía el aire desplazado por esos sonidos y lo que creíamos ser escuchándolos.
Después, los TDK de sesenta se volvieron accesibles. Vinieron los compacts, con su promesa de perfección y eternidad, y las disquerías. Cuando Tower abrió la sucursal de Florida ya había pasado el furor. La acumulación comenzaba a revelar sus límites. El don no se transmite por ósmosis.
Tres o cuatro miles de dólares cubiertos de polvo me miran desde el mueble, a dos metros de mi cabeza. Saben que, si están en condiciones, su destino será Mercado Libre.

4 comentarios:

Germán dijo...

A veces me pregunto cómo es que todavía existe gente que va a disquerías y compra discos. Lo más curioso es que me lo cuestiono a pesar de que, muy de tanto en tanto, me sorprendo haciendo lo mismo (en condiciones muy diferentes a las de la "gente normal", sí: pero de todas maneras la acción sigue siendo la misma -como la canción). Claro, los hilos de la marioneta los descubrí hace mucho, muchísimo, y eso -de alguna manera- separa los tantos.

Todo esto venía a propósito del "destino Mercado Libre": me alucinaba (al vender los míos por esa vía) cómo la gente (nueva y vieja, qué más da: somos siempre lo mismo) seguía practicando eso de comprar discos. Sentía que los estaba estafando, por más barato que me compraran. Sentía deseos de explicarles todo, con el más asombroso nivel de detalle (de alguna manera, siempre lo explico: lo que pasa es que no me miran a los ojos lo suficiente). Pero eso también hubiese sido inútil.

Volví al blog después de unos cuantos días para veri -con cierta alegría- cómo se habían acumulado algunas nuevas entradas. Se habían acumulado como el daño. Estuvo bueno leer.

Abrazo.

y.0. dijo...

Los discos ahora se compran en recitales (?), los pocos discos que se compran, que se compran -que los compro- casi como para tener de reserva un regalo posible si se dan ciertas condiciones. Que casi nunca se dan.
La última vez llegué tarde al recital (igual, sabía que llegaba tarde, el objetivo era el disco; igual, buena onda, me dejaron quedarme esa media hora de show sin pagar) y, claro, no hubo ocasión de hacer el regalo. Su destino también será ML, descubro ahora.
(Ahora, recién ahora, noto que la persona a la cual pensaba hacerle ese regalo es sub-30. ¿Los sub-30 tienen reproductor de CD?)
Esa fruición por la compra que tenía/mos hace 20-25 años seguramente permanezca y solo haya variado el objeto a desear y comprar. (Hasta que la acumulación revele, una vez más, sus límites: ya le pasó a Lastiri (?)).
Ser por tener sería la fórmula del consumo. Después, lo que uno quiera o intente ser determinará si nos gastamos un sueldo en un teléfono o medio sueldo en el vinilo de la banda esa de la que hablábamos la otra vez.
Si tuviese Spotify, podría hacer un comentario sobre cómo es comprar canciones de ese modo, pero no tengo ni teléfono.
Por cierto, ¡¡qué placer noventoso romperles el envoltorio a los discos!! (Qué garcha cuando te lo vendían sin el celofán).

¿Cómo se dirá splash en italiano?
(Pregunta retórica, quelli ragazzi usano molte parole in english)
Digo, así habrá hecho el Samsung, que ahora estará dándole indicaciones a los pececitos del Po. ¿Hay peces en el Po ? (Había una disquería en Flores...).
Después pasó por allá (vicino a le risaie).

Cada tanto, a remezones, salen algunas entradas. Cosas que entraron y tienen que salir, y no encuentran otra manera. Aunque me lleve toda una semana sin salir a la calle encontrar alguna palabra mínimamente satisfactoria (que la persona destinataria nunca conocerá).

Me alegra mucho que haya estado bueno leer!!

Germán dijo...

César, en Flores. No, no me refiero a César Aira, que insiste en mencionar su ya extensa residencia en el barrio. Hablamos de la disquería que, a propósito, yo visitaba muy por arriba. Mis travesías a Flores (con el 63, desde La Paternal) tenían su motivación en un localcito de cosas usadas que había sobre Condarco, algo así como al 70 (o no: de lo que sí estoy seguro es que quedaba en la primera cuadra de "este lado" de Rivadavia, antes de la barrera). Se trataba de un negocio pequeño lleno de revistas, libros y algunos discos usados. Lo visitaba cada semana. De paso entraba a alguna de las librerías de saldo (donde compré, por ejemplo, los siete tomos de Proust a un precio risible: también tuvieron destino de ML) que había sobre Rivadavia: me las topaba en la caminata desde Nazca a Condarco.

Una de las cosas que más me entristecen de este rincón del mundo (tan inhóspito como todos los demás, en última instancia) es el uso y abuso de los anglicismos. Me da náuseas. Aunque el Po, en este tramo y a pesar del entorno urbano, no esté contaminado de más.

"Si tuviese Spotify" es buen título para algo. Tal vez para una canción.

Respecto al placer noventoso de desembalar los CDs, es todo un tema el asunto de los que venían con celofán y los que no. Es todo un universo, merecedor de una entrada de blog. O de un lanzamiento de bala hacia el Po.

Bien por la mención a Lastiri en relación a los límites de la acumulación. Me gustó.

y.0. dijo...

Si yo tuviese Spotify me suena a comienzo de tango. Si yo pudiese, como ayer, escuchar sin depender de la lenteja de esta conexión: se me rompió hace mucho la compactera, cuando la llevé a un coso oficial no sé qué pasó y después, como siempre, perdí el ímpetu. Después, bastante después, vino mi acceso a esta banda ancha ateroesclerótica, cuyos ateromas hacen que le pegue ahora mismo unas piñas a la compu. En todo el durante fue que el polvo cubrió el producto de aquellas transacciones, de aquellas formas en que se plasmaban el deseo o la compulsión.

El post refleja más un clima de época que mi propia experiencia. (Lo noto ahora: quizá la lectura del relato de la venta de aquel disco probablemente haya acelerado y ordenado unas palabras que estaban en borrador). En el tiempo del vinilo, no pasaba (la exp., y yo tampoco) por las disquerías, sino por grabar lo que pasaban en el programa radial del gran Julio Guichet. Es decir, como a la mayoría de la cosas, a César sólo lo conozco de oídas.

Sería muy interesante -para mí- conocer el lado B de ese universo que comencé a frecuentar en el 91. (Otro proto post que no sé si cuajará habla de disquerías, de pasar ahora por lugares y acordarme de que allí había una disquería y hasta de qué disco me compré en ella). No sobrecarguemos el Po con desechos, que terminará siendo un Riachuelo más... (?)

Me sacó una carcajada la referencia a la mención a Lastiri.