viernes, 23 de marzo de 2018

Cuando se termina

Son cosas que pasan no más de dos veces en la vida. Escaso número como para aprender por repetición.
Encima, ningún emprendedor de la autoayuda vio el filón de convertir su experiencia en libro que balice el camino pragmático de la orfandad.
Nadie sabe cuándo se termina de morir el muerto. Y no hay manera de atribuir con certeza los porcentajes de la demora a la tortuga judicial, a la propia torpeza, al abogado millennial o al jodido legado del causante.
Ni a la intolerable caída de la ficha acerca del reloj sin números que suena más fuerte su tic tac porque ahora marca la propia cuenta regresiva.
Los miles de libros, los cientos de kilos, los papeles que dejó –y los que no dejó–, los trámites infinitos y el último acto de desprecio son la forma del final y también donde empezó: como dice una canción de los Allman Brothers, "no es mi cruz y no tengo por qué cargarla".

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