domingo, 29 de septiembre de 2024

La médica

Después de años, volví a mencionarle a unx médicx mi asunto con el azúcar o lo que sea que me hace sentir que flaqueo –aunque haya engordado mucho, ja–. Fue en vano, no dijo nada significativo, y lo único que me quedó fue la forma en que pateó las cosas para adelante con su frase “en seis meses vemos” y la sensación de que desestimó lo que le conté que me pasa.
Ahora quise escuchar la grabación (yo grabo las consultas, sorry) para saber qué me dijo exactamente, y aprovechar para desgrabarlo y hacer un post, ya que volvía a publicar acá. Pero no pude. Me hace mal. Realmente mal. Apenas llegué a escuchar un tercio del diálogo, o un poquito más, la parte donde, a raíz de mi colesterol alto, me pregunta si hago actividad física, y cuánta, y le respondo que corro, tres o cuatro kilómetros tres o cuatro veces por semana, y ella me dice que los días restantes salga a caminar o que ande en bicicleta. Y que controle la dieta: “En general, uno baja las grasas animales –no como grasas animales, acoto–, lácteos descremados, la pastelería tiene mucha manteca o crema –no uso, le replico– ”…
Para no interrumpirla más, espero que termine y entonces le resumo que “básicamente, de esto lo único que como son Cerealitas, o sea, galletitas que tienen grasa”. Ella no puede salirse del guion y responde “por eso, ver las etiquetas, los hexágonos”.
Me habla como si yo fuera una persona sedentaria que come alfajores y toma *jugo* en polvo. Lo cual me resulta bastante irritante. Insiste con el tema de la dieta, me dice que coma “vegetales y frutas, cereales, legumbres, pescado”. Trato de decirle que eso (y las harinas) son el noventa por ciento de mi dieta. Entonces agrega que “podemos hacer una consulta también con Nutrición si quiere…”. Ya hice, le respondo.
Okey, puede ser que yo sea un plomazo, que soy el último turno del día y te querés ir, pero no es mi problema. Mi problema es de salud y vos no me lo resolvés, y ya sé que no me lo vas a resolver porque ni siquiera lo estás intentando. Sos una oficinista de ambo que me habla como si lo que yo digo no existiera.
“Ahora abordamos eso” es la frase que usa para detenerme cuando quiero dejar de hablar de la dieta y el colesterol y decirle que a veces como mucho porque mi cuerpo me lo pide. Cuando finalmente acepta ir para ese lado, habla de “pensar qué es este síntoma que tiene, cada cuánto le pasa, cuánto dura, en qué contexto le pasa. Necesitamos entender un poquitito mejor esta sensación que usted tiene”. No sé por qué habla en plural y ahora que escucho de nuevo puedo ver que la concatenación de preguntas sin darme tiempo a responder ni una de ellas enfila el diálogo hacia la improductividad, hacia no llegar a un lugar claro. Para no hablar del diminutivo que mete en el medio…
Después, escuché partes sueltas: por ejemplo, cuando dice que a veces lo funcional y lo operativo nos sirve más que profundizar. La interrumpo para decirle que a mí me gustaría tener más libertad, un cuerpo con el cual contar, y ella continúa con su versito como si yo no hubiera dicho nada: “Por ahí se generó este sistema y por ahí le funciona y me dice ‘yo estoy bien y no quiero andar revolviendo otras cosas’, por ahí uno le mete ruido y empieza a ver si no es ansiedad, si no es esto o lo otro. Con que usted funcione es suficiente”. Señora: no estoy funcionando. Esto no se lo dije. Bueno ahí veo que al final le dije que puedo funcionar en ciertos ámbitos, pero que a veces uno sale con gente y tiene que estar más pendiente, y es un problema.
“Si cree que puede ser ansiedad, veinticinco años de ansiedad es raro”, le comento tratando de bajar a lo concreto las vaguedades que dice. Y ella responde que a veces nos tenemos que amigar con la ansiedad. “No le quiero meter ruido a algo que tiene más o menos organizado”, insiste. Hace veinticinco años que no tengo trabajo fijo por culpa de esto, que no puedo vivir sin pensar en esto, pero ella habla de que todo siga así, “organizado”. FUCK. Se lo digo, ahora escucho que algo así le digo, y ella sigue hablando sin detenerse en mi interrupción.
“No es nada grave, vamos a la calidad de vida, hasta dónde metemos ruido y hasta dónde no. Pienseló, no tenemos que hacer nada ahora ni mucho menos”. ¿En qué quiere piense? Deme una propuesta concreta para pensarla… Bueno, no tengo reflejos para preguntárselo así de claro. “Empezar a pensar otra opción”, repite, pero, ¡de nuevo!, no me dice cuál.
En la despedida, ya junto a la puerta, le digo “nos vemos en… algún momento”, y ella responde que “los cambios de la dieta no son cambios inmediatos, no son dos meses, a veces son seis, ocho”. Genial, seguiré perdiendo vida en una espera infinita, doctora R.
Lástima grande que I Ain't Superstitious, si no ya habría consultado a más de unx curanderx.

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