domingo, 16 de diciembre de 2007

Empastillado

Los vecinos de mierda que me han tocado en mala suerte joden tanto que al final rompieron el ritmo de mi sueño. Para recomponerlo, después de una semana y media sin poder dormir más de tres horas seguidas, decidí recurrir a la química –recetada–: “Algo natural, de venta libre”, dijo el psiquiatra, y me recetó melatonina.
Luego de un par de días, recuperé el sueño como bloque, bien que interrumpido por los vecinos, sus diarias visitas, los ladridos histéricos del perro y la re puta madre que los parió del orto.
“Llamó Mabel. Llegó un sobre de la UCA para Fer. No sé si es propaganda o es algo importante”.
“Cuatro kilos de tomates, 5 pesos”.
“¡Ay, Hugo! ¿No ves que eso es parte de su estrategia?”.
El efecto adverso es que me siento recansado, muerto de sueño, sin la (poca) energía que suelo tener. Ayer no podía mantenerme en pie: me acosté y me dormí, inesperada y bruscamente, por tres horas. Y decidí suspender la medicación. Ahora mismo estoy haciendo un esfuerzo para dedicarme a la compu aprovechando el silencio de los vecinos.
Pero no puedo vivir cuando yo quiero, sino cuando la vecina y su sirvienta (la urraca y la lechuza) me dejan. Sueño con ellos, sueño que hay gente viviendo en mi casa; sueño con gritos y ladridos, y me despierto y hay gritos y ladridos. Y me da cierto temor dormirme porque sé que me voy a despertar sobresaltado por estas viejas de mierda y su perro, o por el barrabrava del otro depto, que por suerte ahora se fue de vacaciones con su familia disfuncional.
Hay silencio, y me estoy durmiendo, y digo “mañana otra vez este quilombo”, y me angustio. Y me despierta el perro, y pego un grito, y escucho que la vecina dice “mala onda”. Ella me despierta y el mala onda soy yo.
Me tratan como a un prisionero iraquí. Me despierto con dolor en el pecho por el ruido, los gritos, los golpes que no puedo devolverles; y cuando cesa el bochinche, no sé en qué momento recomenzará, imprevisto, pero no inesperado.
Y encima siento el cuerpo y la cabeza empastados, atascados por el cansancio, y por estas pastillas del orto…

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