Los constantes aumentos del consumo esconden un dato significativo en el que no suele repararse. No es la pregunta sobre quiénes gastan y la respuesta reveladora de que hay un número considerable de personas fuera del consumo, el crédito, el trabajo en blanco. Lo oculto es que ese consumo se inscribe dentro del concepto de flujo, pero no permite construir o acrecentar el stock.
Los sectores que en su medida participan de la recuperación económica fogonean la deslumbrante locomotora consumista, que incluye ropa berreta y ropa de marca, un MP3 básico y un plasma, en madrugadas a todo shopping y en compras de ocasión en centros de transferencia de pasajeros.
Como se ve, está limitada a bienes de consumo no durables y semidurables, a una droga que provoca satisfacción inmediata, a un dinero que como viene se va. El sueño de la vivienda propia, en cambio, es tan lejano como el de acabarle en la boca a Demi Moore. El plan ideado por el Gobierno fracasó rotundamente, el crédito hipotecario es casi inaccesible, y una vez gastada la plata que se salvó en los colchones, el acceso a la escritura, esto es, a la verdadera movilidad social, a la construcción de un futuro a largo plazo, es virtualmente imposible. Solo estará cerca quien acceda, por ejemplo, a una herencia, o a otra masa crítica de dinero que le permita esquivar los infranqueables obstáculos que depara tal estado de cosas.
Algo así le pasaba a Majo, que había comprado todos los enseres para su casa. Lo único que le faltaba comprar… era la casa. Y ahora, a diferencia de los funestos 90, no podía ahorrar para comprarse la casa porque esta maravillosa economía duhalde/lavagna/kirchnerista que tanto piensa en la gente impide el ahorro, que es devorado por la inflación. Con lo que se refuerza la dinámica del gasto compulsivo, más compulsivo cuanto más demorado estuviera, y la droga de satisfacción inmediata nos mantiene a (casi) todos confortablemente adormecidos mientras se consolida y reproduce la brecha que hay entre los que tienen cosas de verdad y los que compramos chucherías. Aunque sea una notebook.
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