Domingo Felipe Cavallo es menos que un cadáver político. Es un innombrable, un paria, un tipo que difícilmente pueda salir a la calle. (Quizá porque del amor, o la admiración, al odio y al desprecio hay menos que una pared de 15).
En realidad, este megalómano y egocéntrico calvito era sólo un empleado: él ya no está, pero su legado sigue vigente en un gobierno “progresista” como el actual. Cavallo impulsó la bancarización compulsiva (pingüe negocio para los bancos) y, como parte de ella, el cobro del salario mediante una “cuenta sueldo” que cada empleador debe abrirle al trabajador en un banco. Por supuesto que esta cuenta incluye un cargo, que se deduce de la paga.
Y no solo eso: cuando uno va al cajero y la máquina de mierda no funciona, no tiene plata o lo que sea, te cobran un plus –de más de 4 pesos– por su uso. Entonces, si no se repuso guita porque es feriado, porque hicieron paro, etc., uno puede perder una hora de su vida tratando de conseguir efectivo, visitando cajero tras cajero, y ver cómo se le esfuman 12 o 16 mangos…
No conforme con eso, en los días de crisis en que reasumió su función de ministro con un amplísimo consenso, inventó el impuesto al cheque, que grava las transacciones mediante ese medio con un 6 por mil. Más todavía, obligó a que todas las operaciones cuyo monto excediera los 1000 pesos se hicieran a través de ese instrumento, con lo cual le aseguraba al erario una enorme entrada.
Ya superada la crisis, ya olvidado Cavallo, el impuesto al cheque sigue vivito y coleando, destilando imperceptiblemente nuestros ingresos y egresos. Por el contrario, el reintegro por pagar con tarjeta, cuyo objeto era promover la bancarización, acaba de ser abolido, de manera que seguimos cautivos de las desventajas del sistema mientras perdemos las pequeñas ventajas que nos otorgaba.
Nada de esto, en realidad, debería sorprender: bastará recordar cómo otro empleado de los bancos, Roberto Lavagna, puso fin a la crisis de 2002 desarticulando especulaciones hiperinflacionarias y elucubraciones sobre la desintegración estatal; y lo hizo con el simple trámite de autorizar las compensaciones a los bancos por la pesificación asimétrica.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario