El nuevo símbolo de estatus de la pajericonsumista clase media recompuesta es el fucking aire acondicionado.
Pero más allá de la paja, está bien, es práctico: hace 33°, te cagás de calor, bueno, lo entiendo.
Ahora, si son las 5 de la tarde y hace 25°, y uno pagaría por que todos los días de verano fueran así (por que todos los días fueran así), ¿es necesario que enciendas esa turbina que instalaste en la parte de afuera del balcón, justo encima de mi cabeza? ¿Es necesario ese gasto de energía, es necesario hacerme vivir (y dormir) con ese zumbido, con esa vibración, con ese aire manipulado y tecnificado?
El loco turbina entiende que sí, y tiene un orgasmo posconsumista cuando enciende el aire. Aunque esa noche haga 21°.
(Iba a preguntarme si era necesario encapsularse y escindirse de la módica expresión de la naturaleza, de la totalidad natural, que es el clima. Demasiado sofisticado: la loca turbina de arriba prende su aire… ¡y deja el ventanal abierto!).
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