La anchura adoquinada de Brasil parece detenida en el tiempo. Ayuda el marco: el tránsito escaso, de personas y de autos, salvo la incesante frecuencia del 32; los árboles, casas viejas, casi centenarias, edificios de otra época, del boom edilicio que parece haber vivido el barrio a finales de los 60 o principios de los 70.
Doblando por Rioja, a mitad de cuadra, las chapas pintadas de verde protegen un baldío. Se ve un portón de madera con el número desdibujado en tiza, y el cartel de la inmobiliaria “vende”, semicubierto por otro, “vendió”.
Seguramente construirán un edificio de departamentos.
Ahí mataron a Vandor.
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