Nos venden que el tenis es un deporte de suma concentración, donde hay que hacer silencio desde que el jugador saca, y si cae un papelito en la cancha, se para el partido y el punto se juega de nuevo, y toda una parafernalia de silencio, con periodistas murmurando y aindamáis… “¡Silencio, por favor! Gracias…”.
Pues bien, el otro día estaba mirando Wimbledon, y, como en otros torneos grandes, las canchas están una junto a la otra, como se ve en las tomas aéreas, y las tribunas, a veces muy pequeñas, espalda con espalda unas con otras. Así, cuando hay exclamaciones, aplausos, ovaciones en una de ellas, se escucha en la cancha de al lado.
Y los de esa cancha de al lado… siguen jugando como si nada. Es más: a mí, como espectador pavloviano –que ha incorporado indisociablemente la secuencia punto terminado/aplauso–, me descolocaba ver que seguía el juego cuando había un aplauso de fondo, pero a Del Potro y a Wawrinka parecía no incomodarlos en absoluto.
Por cierto, Del Potro parecía un clon de Palo Pandolfo… (Y Palo cada vez se parece más al Gallego González).
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