lunes, 23 de junio de 2008

Mogólicos

Algunos bienpensantes, o biendicentes, se escandalizaron con las declaraciones de Pergolini acerca del ciego que baila en el programa de Tinelli y con su sugerencia de “poner mogólicos” a bailar para estimular más el morbo de los espectadores y tener más rating.
(¿Viste, Mario?: todavía escandalizás).
Y otros muchos en los medios aprovecharon la movida para pasarle facturas a Mario Daniel, para quedar bien con Tinelli, para llevar agua para su molino; lo del noticiero de canal 13 me hizo acordar a Jacobson dando información de Gran Hermano en el noticiero del 11. Hasta Lanata opinó (boludeces), diciendo que “es mogólico, sí, y quiere bailar, ¿no puede?”. (Más o menos como una ignota chimentera del cable que decía: “Si Serafín quiere bailar, ¿no puede participar?”, porque en esa lógica todos se llaman por el nombre de pila). Y otros bienpensantes, los de siempre, alentaron el debate: ¿qué nos pasa a los argentinos?
La verdad que no entiendo cuál es el problema. Y me descorazona que haya sido EL tema en los medios, trascendiendo el micromundo cada vez más extendido de Tinelli y sus repetidoras. Ponele que realmente no hayan entendido lo que entendí yo. ¿Qué molesta? ¿Decirles mogólicos a los mogólicos? ¿Decirle ciego a un ciego? ¿O es que no se usó la expresión políticamente correcta, “capacidades diferentes”? ¿O es que estamos re a favor de la integración y la no discriminación, pero hay cosas que siguen siendo innombrables? ¡Yo también soy no vidente, porque no soy vidente!
(Por lo demás, ¿de qué capacidades diferentes me hablan? ¿De la de poder empujar la silla de ruedas? ¿De la de hacer toc toc con el bastón blanco, de la de leer Braille? ¿O del desarrollo de la intuición de los ciegos para evitar pisar la caca de perro en la calle? Todos tenemos capacidades diferentes de las que tienen los demás, y para tener la capacidad de hablar por señas no hace falta ser hipoacúsico).
De este modo, María José Lubertino, directora del INADI, encontró una oportunidad inmejorable para cultivar su vocación mediática, y salió por todos lados, y hasta lo citó a Pergolini para que aclare sus dichos, o algo así. (La última vez que Lubertino se presentó en elecciones sacó 2100 votos. Y fue premiada con este cargo, que le permite tener un programa en el cable y satisfacer sus deseos de Figuretti progre).
El funesto Tinelli sigue lucrando con el morbo de los ciegos, los pijudos y los ortos de fantasía, y encima queda como el progre, cuando fue él quien llevó a un deficiente mental a bailar a otro programa que tenía y se le cagó de risa en la cara.
El yoyega se mandó un speech prefabricado y habló de lo superadas que están estas cosas en su país y de la integración que hay en la sociedad española. Claro, se olvidó de que España construyó un muro en las colonias de Ceuta y Melilla para que los africanos no ingresen en su territorio; de que en su país se agrede, se insulta y se esclaviza a los africanos y a los latinoamericanos; de que su propio Gobierno progre tiene un cupo de gente a la cual deportar desde el mismo aeropuerto, aunque tenga los papeles en regla… Tal vez le haya afectado la memoria todo el ruido del show, o Tinelli (sí, el mismo que escupió a un empleado en cámara) hablando de que somos “subdesarrollados en algunos aspectos”, o la voz de fondo de Marcela Feudale diciendo “bravo”.
Y Canal 13 continúa exhibiendo gordos, poniéndolos en situaciones ridículas, humillantes o “emocionantes”; y expone a una mina que llegó a comer de la basura: “La peor humillación” subtitula, mientras emite una “dramatización” de cómo la gorda rescata comida del tacho para morfársela…
Más que subdesarrollado, me siento subestimado; y me gustaría que hubiera un organismo que me defendiera, que defendiera a toda la gente, con capacidades diferentes o iguales, que es vejada por esta mierda masiva.
Pero, es cierto, los mogólicos tienen derechos: tienen derecho a que McDonald’s los explote quedando como paradigma de integración, tienen derecho a que Tinelli los muestre, riéndose de ellos y lucrando con ellos. Y los ciegos, y los paralíticos, y todos los otros minusválidos. (El corrector de Word también es políticamente correcto, y cuando escribo “mogolico”, subraya la palabra en rojo, pero las opciones que da son “mogolito” y “mogolillo”).
Por cierto, parece que la apuesta por el morbo viene incluida en el formato televisivo importado por Marcelo Hugo: en no sé qué país participó la ex mujer de Paul McCartney, a quien le faltan las gambas y usa prótesis… (Al final, la ironía de Pergolini se cumplió, y pusieron a bailar tullidos).

La mejor síntesis la encontré en un chiste de Sendra:
–Viste el ciego que baila…
–Sí, baila por el sistema de puntitos.
–¿El Braille?
–No, el rating.

Y luego todo se diluyó, con la fragilidad de estos temas que se instalan y se desinstalan cuasi mágicamente…

1 comentario:

o. dijo...

Al final Pergo tenía razón: llevó una mogólica a bailar en su programa.
Una mogólica y un amputado.

A la chica todavía no se animó a ponerla en bolas, y por eso en el strip dance la reemplazó mi tocaya Jelinek.
Pero en un par de años, sale la mogólica en topless. Porque si somos todos iguales, todos tenemos derecho a calentar a la jeropa audiencia.