Por Virrey, los altos de las casas todavía resplandecen de sol. La veo de lejos, desde la otra vereda de la avenida, hasta que se aleja del cordón, se acerca a la pared, y el ángulo de la ochava la oculta de mí. Cambia el semáforo, cruzo Garay, y, cuando paso a su lado, se da vuelta, y nuestras miradas se encuentran con una naturalidad que en ese mismo momento me hace flashear que el próximo cuadro de la historieta debería ser un “hola”, un saludo, un beso…
Es una mirada afín, conocida, como si hubiésemos estado esperándonos. Pero no: ella espera el 134, que ahí viene, uno y atrás otro, y justo hoy no tengo que tomarlo.
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1 comentario:
Hola Olga, gracias por el comentario.
He leido "Llamador de Ángeles" y no es para tanto, evidentemente no sos un ángel (chiste) me gusta esta entrada, los lugares comunes despues de todo no son tan comunes. hay cuadras que guardan tantos romances y agua podrida.
mudate al norte, aqui los llamadores de ángeles por la siesta (si y solo si están hechos de madera) suenan hermoso. la contaminacion auditiva de tu metrópolis debe doler.
Saludos.
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