Esta forma (¿neosolipsista?) de expresión, tanto como cada una de las veces que surge hablar del tema con otra gente o la denuncia que hice por maltrato infantil, me llevan a preguntarme cuál es la forma más contundente y precisa de relatar una cotidianidad nefasta y enferma; qué descripción, qué frase, qué detalle la pueden pintar de un modo que le permita al interlocutor percibir la gravedad del asunto y, de ser posible, contribuir a su final.
“Yo te voy a enseñar a hacer lo que yo quiero y no lo que vos querés” es una frase reveladora de la manera de pensar que tiene esta señora con respecto a los niños; ya sea su nieta, como en este caso, o, en su momento, seguramente, también sus hijos.
Otra demostración de su estulticia es su reclamo a los gritos: “¡Qué carajo quiere! ¡Tiene juguetes y no juega!”. Ni qué decir de cuando la pone al mismo nivel del perro: “Así como cobró él, vas a cobrar vos”. Porque para esta señora el perro y la nieta deben recibir el mismo trato, un trato agresivo.
Es violento escuchar todo esto; es violento que invadan las casas vecinas y nos obliguen a presenciar esa violencia; es violenta la impasibilidad del Estado, y también la de los vecinos; es violenta la despreocupación de los padres; es violenta la impotencia que se siente al ver cómo le cagan la vida a una criatura sin encontrar un modo de impedirlo. (¿Tengo que ir yo y cagarla a trompadas? Cuando en la calle veo que un adulto maltrata a un niño, me dan ganas de decirle: “Agarrate con uno de tu tamaño”. Algún día lo voy a hacer).
Es violenta y desesperante la pelotudez de esta mina, que cree que los chicos tienen que hacer lo que uno quiere. Tanto como la idea de que el juego es una manera de que no jodan, lo mismo que drogarlos frente al televisor. Así, cualquier forma de comunicación que trata de entablar la criatura con quienes la rodean se ve truncada por la ceguera de estos. Es más: se inscribe en esa lógica la comunicación oblicua (a los gritos, como siempre) que suele tener la abuela con su nieta: un diálogo en tercera persona, para que escuchen los vecinos, sin dirigirse directamente a la nena, pero hablándole a ella, y siempre victimizándose, y revelando a veces el profundo quid de todo este asunto: “Yo no puedo con esta criatura”.
“Yo te voy a enseñar a hacer lo que yo quiero y no lo que vos querés”, entonces, es como decirle: “Yo te voy a enseñar a ser una enferma como yo, como mi hijo/tu padre”…
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