sábado, 9 de agosto de 2008

Periodistas

Cuando entrás en una redacción y es tu primera experiencia, todo el tiempo estás pagando derecho de piso: desde escribir las notas sin firma más pelotudas sobre la reproducción de las amebas termoplásticas hasta que todo el tiempo todos estén mirándote de reojo, como esos obsesivos que chequean a cada rato si cerraron el gas. Bueno, así, pero a ver cómo hacés las cosas. Incluso los que tienen buena onda y tratan de ayudarte te hacen sentir para el orto, agobiándote con la falta de naturalidad, como si estuviesen tendiendo la red porque están seguros de que te vas a caer.
La cosa es que cada cosa se magnifica, cada error se multiplica, y los no errores también son errores. Y 35 líneas con pirámide invertida, y el título no me gusta, no tiene punch; y tus oraciones son muy largas, con muchos enlaces; y el editor te corrige el estilo, pero a él nadie le corrige la ortografía. Etcétera.
La otra vez (lo googleé), en el clarinete, una tal Daniela Kozak, que firma sus notas y le ponen su dirección de mail, escribe sobre la falta de gasoil y su consecuencia, la disminución del número de colectivos que circulan en Buenos Aires y sus alrededores. Y la chica va a plaza Constitución (bah, eso dice) y cuenta que allí “se veían largas colas en las paradas de algunas líneas. Alrededor de las 18.30, mucha gente esperaba el 92, que une La Boca con San Justo”.
Es imposible que mucha gente esperara el 92 en Plaza; más aún: es imposible que alguien lo esperara allí ¡porque el 92 no pasa por Constitución! Ni por La Boca, ni por San Justo (¡ese es el colectivo 46!, que ni siquiera tiene el mismo color). Y encima pone estas palabras en boca de un usuario: “Generalmente, en hora pico el 92 llega cada 7 minutos, y ahora están pasando con suerte cada 15 –explicó Ceferino Gómez, un pasajero–. Por eso se acumuló tanta gente en la parada. Dicen que tardan más porque hay menos colectivos”.
No te digo que te sepas todas las líneas de colectivos; además, si laburás en Clarín, te pagarán lo suficiente como para viajar en taxi. Pero… ¡estás hablando de algo que no existe! ¡Y estás poniendo un “testimonio” de algo que no existe! ¿O sólo será una muestra del género “ficción periodística”?
Otra más: ahora la imbécil se llama Nora Sánchez. Escribe sobre el colectivero asesinado en La Matanza, y dice, y repite, que era chofer de la línea 196. El problema es que la 196 no existe. El tipo manejaba en la 96, y si la chica esta tampoco sabe cómo verificar el dato, bien podría haber visto la foto del bondi, donde dice “96”.
Ya sé que es un error boludo, pero excandece la falta de rigor, la liviandad, la incapacidad de investigar algo tan sencillo: si no pueden consultar la Guía T, o el sitio xcolectivo, o el fucking Google, man, qué queda para cuando hablan de cosas más grosas, o se mandan sesudas opiniones y análisis y la puta madre que los parió…
Si yo me equivoco en eso, cuando salte el error, me van a bardear y me van a verduguear, en joda y en serio. Y ya estás corriendo de atrás, ya tenés que remontar: y seriedad, información, chequeo, responsabilidad (rosquillas con jalea), datos, fuentes (mmmm… rosquillas). En cambio, si ya pisaste un par de escalones, estas cosas son meras anécdotas. Y si sos mujer, mucho más; y si estás más o menos buena, ¡ni te cuento!

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