Días atrás, veía en el canal Gourmet a un cocinero muuuuy moderno haciendo un helado de panceta. Tan raro como suena, o se lee, era ver los trocitos de panceta infusionándose en la crema de leche. Luego, la panceta se descartaba y la crema, tras enfriarse y reposar, iba a la heladora.
Pensaba entonces en las múltiples aplicaciones de esa técnica, y se me ocurría que podrían hacerse helados, por ejemplo, con el sudor de algunas señoritas. Las imagino esforzándose en el gimnasio, tratando de estirar la vida útil de sus cuerpos, y un deseo primario es lamerlas, secar el sudor que cae por sus cuerpos calientes y tensos con la lengua.
Si rescatáramos las gotas de su transpiración (vieron qué sutil que estoy, que sólo hablo del sudor…), podríamos usarlas en la fabricación de helados tan novedosos como el de panceta ahumada, pero, sin duda, más deseables.
Mis gustos preferidos serían Anabel Cherubito, Carla Conte y Claudia Ciardone.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario