Las piezas del caleidoscopio de los Balcanes tomaron la forma de Yugoslavia recién después de la Primera Guerra Mundial. El 1 de diciembre de 1918 se proclamó en Belgrado el Reino de los Serbios, los Croatas y los Eslovenos. A los pocos días se sumó Montenegro. El país de los eslavos del sur, finalmente unidos, quedó conformado también por Eslavonia, Vojvodina, Bosnia y Herzegovina y la mayor parte de Dalmacia. La disputa federalismo-centralismo que pronto surgió por la dirección del país se decantó por la segunda opción bajo la dinastía serbia de los Karageorgevic. Los conflictos entre serbios y croatas comenzaron ya en 1921, con motivo de la promulgación de la Constitución. El principal partido político croata boicoteó la asamblea constituyente, aunque más tarde su líder formó parte del gobierno que la había propiciado. La carta magna instauró una monarquía constitucional con una legislatura única y dividió al país en 33 regiones administrativas y ocho provincias: Montenegro, Bosnia y Herzegovina, Dalmacia, Croacia y Eslavonia, Eslovenia, Vojvodina, Serbia del Norte y Serbia del Sur. De esta última formaban parte Kosovo y un sector de Macedonia, recuperados por los serbios en las guerras balcánicas de 1912 y 1913.
En la primera de esas confrontaciones, Serbia (a la sazón, un país independiente) también reconquistó territorios de la actual Albania, que, como los citados, pertenecían al reino serbio del siglo XIV y que habían sido ocupados por los turcos durante más de cinco siglos. Una reunión de embajadores en Londres reconoció la independencia de Albania en diciembre de 1912, atendiendo la declaración de los independentistas albaneses y los reclamos del gobierno austrohúngaro, preocupado por la expansión serbia. Los serbios fueron obligados a retirarse de la costa adriática, cosa que hicieron no sin resistencia y pedidos de compensaciones territoriales. Una comisión internacional fijó los límites de Albania recién en 1926, y un importante número de albaneses quedó bajo soberanía yugoslava. Italianos y yugoslavos compitieron por la influencia política sobre Albania durante la década del 20. El tratado de Tirana, suscripto en 1927 por Albania y el gobierno de Mussolini, inclinó la balanza hacia el lado italiano.
Aun bajo la nueva forma institucional, pronto surgieron conflictos de nacionalidades. Los principales partidos políticos comenzaron un viraje hacia posiciones nacionalistas, y el sistema multipartidista yugoslavo, basado en diferencias de clases, religiosas y nacionales, fracasó, acentuando las discordancias –especialmente entre los dos grupos más fuertes, serbios y croatas– e impidiendo la rápida formación de una conciencia yugoslava. Así, en 1928, por ejemplo, un diputado montenegrino disparó contra los diputados croatas en una sesión del Parlamento y mató a varios de ellos. En 1929 se acentuó el caos político: los búlgaros efectuaron incursiones en la Macedonia yugoslava y los croatas tomaron una serie de medidas que virtualmente implicaban su independencia. El rey Alejandro disolvió el Parlamento y los partidos políticos, instauró una dictadura real y, buscando dejar en segundo plano las diferencias de nacionalidades, cambió el nombre del país por Yugoslavia.
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