Es de tarde pero es de noche en Little Santo Domingo, por la calle Santiago del Estero. De pronto, un patrullero, detenido por el tránsito, para junto a la vereda por la que camino y hace sonar brevemente la sirena, dos o tres veces, como dando bocinazos. El manantial adrenalínico que genero es abundante, pero me hago bien el pelotudo: ni giro la cabeza. Me separa de él un contenedor para la basura, y no descifro qué pasa, si es por mí, por los negros que están sentados en un umbral bebiendo, por un choreo, como el que acabó con una vida hace pocos días, unas cuadras más allá. (Todo esto lo elaboro después: en el momento, la adrenalina fue porque, sí, mi paranoia solo me dejó pensar en que venían a por mí).
Al fin, veo que en dirección contraria llega corriendo un rati, que seguramente estaba de consigna por ahí: era a él a quien llamaban, aunque su carrera no sea producto de un hecho relevante.
Todavía taquicárdico, ya cerca de la esquina, veo que para un 60 y se bajan algunas personas, aunque me llama la atención la cantidad de gente que tan cerca de Constitución sigue en el colectivo, varios de ellos de pie. Una chica, que tal vez haya bajado del bondi, camina la vereda a lo ancho para entrar en un negocio considerablemente iluminado. Se interpone en mi camino: nos miramos, nos detenemos, con un ínfimo mohín le cedo el paso, sonreímos. Si la comunicación fuese siempre así, la gente no me resultaría insoportable.
Doblo en la esquina, paso por Cartoneros y Travestis y una antes de llegar a la avenida cruzo la calle con el semáforo en verde. Voy por la vereda izquierda en el sentido del tránsito: desde mi derecha dobla un Fiat Uno, celeste o plateado, o ambos, tuneado, y un forro me insulta desde el asiento del acompañante.
Aplico el teorema de Germán Rodríguez y me como dobladas las ganas de explicarle que yo estaba cruzando bien y que el peatón tiene prioridad; también las de cagarlo a trompadas.
Y mientras el viento se levanta, llevándose el primer indicio de primavera, yo sigo caminando hacia el próximo post. (Que me saca ese mal sabor de boca y me enfrenta a otra forma de desasosiego).
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