domingo, 30 de noviembre de 2008

Automasaje

El otro día me hice una paja en la cama, y en el momento de acabar no sé qué contorsión hice que quedé con un pie sobre el borde del alféizar de la ventana, que estaba abierta. Frotar la planta del pie contra él potenció la intensidad de la sensación y fue una liberación extra de la tensión que tenía en los pies y las piernas.
Un rato después se me ocurrió que estaría bueno frotar también las pantorrillas para descargarlas, pero era demasiado incómodo. Si no puedo moverme yo contra un elemento fijo, ¿por qué no mover un elemento contra mí?, me pregunté; y, de inmediato, se me representó el palo de amasar. Fui a la cocina, y empecé a pasármelo por los gemelos y los cuádriceps, y la verdad es que me alivió bastante. Como el palote es de madera, era un poco abrasivo si lo pasaba con cierta velocidad y fuerza: habría sido mejor uno de metal.
La contra es que hice bastante fuerza con los brazos y se me agarrotaron aún más, y no es una parte del cuerpo sobre la que resulte cómodo pasarse el palo de amasar.

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