domingo, 30 de noviembre de 2008

¿Y si apagás la cámara y disfrutás?

Paso por un lugar donde se celebra algo. Están los celebrantes, celebrando, y un enjambre de camarógrafos aficionados que, en vez de compartir la celebración, ensayan movimientos de estatuas en travelling procurando conseguir una toma de mayor calidad.
El recorte de la realidad que digitalizan no se va a cristalizar de modo menos azaroso que el que se cristalizaría en la memoria neuronal. Es más: van a fijar unas imágenes que para ellos se convertirán en la realidad, tal como fue, debido a que la técnica ha alcanzado un estatus de verdad objetiva, y que quedarán sujetas al destino de borrarse, perderse o llenarse de polvo en un estante después de una o dos reproducciones.
Y, al fin y al cabo, eso fue: no importa cómo; lo esencial es que fue, ya fue. Y yo prefiero recordarlo según se me hayan conectado las neuronas, y sin haber pensado en cómo iba a recordarlo, perdiéndome en ese esfuerzo, tal vez, el sabor de la cerveza.
¿Cómo era el sabor de la cerveza? Ah, no, eso no es digitalizable aún…

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