Serían las nueve menos cuarto de la tarde. El día estaba bellamente destemplado: el cielo cubierto, el viento y el fresquete invitaban a una buena caminata, pero yo le había hecho caso al Servicio Meteorológico, y ya había llevado la campera al lavadero.
Casi no había gente en la calle; tampoco en la avenida, donde los negocios ya habían cerrado.
El cielo multigrís y las veredas despobladas me hacen flashear que son las seis de la mañana. De repente, en el curso de un par de cuadras, se encienden algunas luces, y aceleran la sensación de oscuridad. Pero es cuando le meto pata para no enfriarme y paso bajo la autopista que el tránsito intenso en sentido Oeste me confirma que está anocheciendo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario