Cuando era adolescente tenía la fantasía morrisoniana de que algún día iba a tener una banda de rock, y a veces tomaba notas de ideas para algunas canciones; ideas que en general no se desarrollaban, y quedaban ahí, apenas un título o un par de frases. Muchas veces lo resolvía todo mágicamente con un solo o con un tema instrumental que “dijera” todo lo que no podía decir.
El lenguaje musical nunca me fue revelado ni tampoco encontré un Manzarek a quien comentarle aquellas notas. El lenguaje por antonomasia, a su vez, me sigue resultando esquivo a la hora de usarlo para expresar muchas cosas. Esta es una de ellas: podría contarla como una experiencia de un foro de escorts, o estilizar la anécdota, o transcribir el diálogo (ya sé que estás trabajando, ¡pero antes trabajabas con ganas!), o copiar un poema de Giannuzzi, o escribir un blues de verdad –es muy trillado…–, o buscar, copiar y pegar las xps que hablan de ella en esos foros.
De ninguna de esas formas lograría comunicar la ilusión que me sobrevino cuando la recepcionista me dijo su nombre ni la decepción por la mala xp, mecánica y apurada, que me derrumbó la pija pese a la media pastilla de sildenafil. Me quedan adentro, como el semen esa tarde, como todos los recuerdos que tengo de ella (*), como todas las veces que la recordé, y la añoré, y la deseé, que apenas podían salir si preguntaba por ella en F-E. Como la expectativa de reeditar aquella módica empatía, deshecha al encontrar una pendeja con el alma envejecida, con todas las mañas aprendidas.
Podría decir que ojalá pueda dar vuelta esa página de su vida (me acuerdo exactamente en qué lugar me dijo eso), y que guardo por ella el cariño y la gratitud que guardo por quienes me hicieron pasar un buen rato y me hicieron flashear con qué bueno sería eso si fuese cotidiano, natural, “de verdad”.
Pero es irrelevante: a mí no me alcanza y a ella –que no se va a enterar– no le cambiaría la vida. Aunque me haya dicho su nombre y se acuerde de la calle en la que vivo, para ella no soy más que un gato, un cacho de carne, una pija de miles que la cogieron.
(*) Las zapatillas de lona de la primera vez, las orteadas en todas las posiciones, el nombre del padre de su hija, una acabada con grito de gol…
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