–Teléfono…
–Cuatro once once veintitrés dos mil.
–Un celular…
–No tengo.
La mina vacila, tarda un par de segundos en superar el desconcierto, y, al fin, arguye:
–Pero si no, no podemos avisarle si el doctor no puede venir.
–Me dejás un mensaje en el contestador. Antes de ir a algún lado, me fijo si hay llamados.
–Te mando mensajito.
–No, no tengo.
–¿Te lo robaron?
–No. No me parece que necesite.
Mueca de asombro.
–Bueno… Ehhh… No sé cómo hacemos entonces.
–Me llamás por teléfono. Yo voy a estar en casa.
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