jueves, 18 de diciembre de 2008

Esclavos del tiempo

Trato de no ser esclavo del tiempo, pero sus esclavos acaban esclavizándome.
No me importa –trato de que no me importe– si es lunes, jueves o domingo, si son las 3 de la mañana o de la tarde. No tengo a dónde ir, ni qué hacer, y si lo tengo, siempre busco que sea algo que no me requiera adaptar mis horarios a eso.
Apenas me molesta cuando, a veces, varias tardes seguidas se me escapa el sol. No tengo nada contra el sol; sólo contra el sol de la mañana, que debería ser abolido.
Pero mis vecinos son sus metódicos esclavos: laburen o se hayan jubilado, tengan que pagarse la cuota del auto, el aire, las vacaciones o la Play para los chicos (para amenazarlos con no dejarlos jugar si se portan mal), viven a su merced y le ofrendan horas de su vida en el altar del despertador, que puede sonar, pipipipí pipipipí, o estar impreso, inconsciente e indeleblemente, en su ADN estatal-laboral. Para ellos sí hay lunes, y jueves, y sábados, y mañanas y noches. Y pretenden que todos vivamos a su ritmo.
Si querés irte a dormir un sábado temprano, dicen que “hoy es sábado”, lo cual los autoautoriza a meterse en tu casa y en tus oídos y en tu cuerpo hasta la hora que les parezca.
Si querés dormir un lunes a las cinco de la mañana, “yo me levanto a esa hora para ir a trabajar” (JODETE, PELOTUDO), y pasos impetuosos te despiertan.
Si querés suprimir la vivencia de Navidad, los forros tira petardos te lo van a impedir.
Si querés olvidar esa cosa colegial de lunes-lengua, martes y jueves-matemática, jueves y viernes-historia, olvídalo: el lunes y el jueves viene la mucama, el miércoles y el viernes le traen al nieto, el martes a veces no viene nadie y puedo dormir; los fines de semana los otros chicos no van al colegio y joden todo el día.
Si querés dormir un sábado ocho menos cuarto de la mañana, un tableteo de cama contra la pared te despierta, y tenés que vivir el mañanero de los vecinos nuevos cuando llevás dos meses sin garchar.
En la lógica de la esclavitud, o la del gallinero, el sometido tiene que someter a otro; y ellos me someten a mí, todos los putos días.
LA CONCHUDA MADRE QUE LOS PARIÓ DEL ORTO.

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