La otra noche paso por Volver y encuentro una película, seguramente made in Sofovich, en la que reconozco a Tristán, Francella y Susana Traverso. La veo, a la Traverso, y me acuerdo de lo buena que estaba. Porque estaba MUY buena.
En una escena muestra las tetas, en dos o tres aparece en baby doll, y, pese a la moda pasada de moda y a la estética marplatense de esas películas, me hipnotizo con una belleza de esa época, sin gomas gigantes, fina, delicada, magnífica.
La tarde siguiente, en canal 13 dan otra película de ese tipo, que también transcurre en Mar del Plata y que seguramente se habrá filmado en los días que no tenían función en el teatro. Los protagonistas son Olmedo y Porcel, y las chicas que coprotagonizan, Mónica Gonzaga y, otra vez, Susana Traverso. En la parte que vi no muestra las tetas, pero hay una secuencia en la que tiene un vestido clarito medio transparente, sin corpiño, y tal vez sin bombacha, y la agarra un aguacero. Y por varias escenas está con el vestido empapado, mostrando sus exquisitas aréolas –sería injusto llamarlas patys–, unas preciosas escarapelitas de carne. Un rato después se da vuelta y deja su culazo con el vestido adherido por el agua a la vista de Olmedo y de todos nosotros.
Veo de nuevo lo buena que estaba, porque estaba MUY buena, y veo lo mala actriz que era, pobrecita, y lo mala que era la película, y el director, y el montaje, porque si esas son las mejores tomas, lo que serán las que se descartaron… (si es que descartaban algo, porque bien podría haber ocurrido que dejaran la primera toma).
En un momento me doy cuenta de que Porcel, que también se murió, ni fu ni fa: es tan secundario e intrascendente como Rolo Puente. En cambio, uno lo ve a Olmedo y se alegra; aunque la película sea una bosta y la haya seguido viendo por la Traverso, aunque en ese momento el tipo no haga nada particularmente gracioso. Su presencia produce alegría, una alegría velada por la tristeza de que ya no está. La otra vez, para la época en que se cumplieron veinte años de su muerte, fui a un cyber, y el encargado estaba viendo un sketch de Borges y Álvarez en su PC; y apenas vi esa imagen, sonreí. No sé si estaba haciendo un chiste, si era el famoso día en que se sacó el slip, si se iban a apretar a Silvia Pérez o a Divina Gloria. No importa: verlo provoca una sonrisa.
La cosa es que ella hace de la mujer de Porcel, y esa noche de la lluvia se encuentra con el galán Federico Lupa (sic), protagonizado por Olmedo, quien la recoge y la acompaña al lujoso chalet con vista al mar donde vive la pareja. Corte que en un momento llega Porcel, y Olmedo, que se la quería transar, tiene que salir a los pedos. Decide escapar por la ventana, descolgándose sujetado por una cuerda hecha con una sábana que se había ajustado alrededor de la cintura.
Pasa una pierna sobre el alféizar de la ventana y, con una pierna adentro y otra afuera, le dice a la Traverso “¡agárreme!, ¡agárreme fuerte!”, “tengo una carrera por delante”, y algo más, que no recuerdo, y la imagen siguiente muestra a un evidente doble bajando en rapel. Esa escena, ver a Olmedo con una pata a cada lado de la ventana pidiendo que lo agarren, no deja de resultarme espeluznante. Me impresiona tanto que no puedo dedicarle a la Traverso la que se merece. No faltará oportunidad.
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