Desde abajo, viéndolo como peatón, el 181 tiene toda la pinta de colectivo suburbano. Al comienzo de su recorrido, apenas si las tres cuadras por Independencia, con su anchura de mano única y sus edificios en construcción, lo ubican en un barrio capitalino. El coche, semivacío, transita esas calles de casas bajas, viejas o nuevas, y la sensación es la de que nunca se va a llenar.
Desde arriba, como pasajero, si vas sentado junto a una ventanilla del lado derecho y cerrás los ojos, el 84 es el que parece recorrer el suburbio. Cuando va por Venezuela y sobre todo cuando agarra Agrelo, el sol de la tarde casi no encuentra obstáculos que le impidan entibiarme los párpados a través del vidrio. Solo algunos árboles de follaje perenne se interponen fugazmente entre sus rayos y yo.
Cruzando avenida La Plata la calle se atiborra de edificios altos y ya no recibe el sol. José María Moreno y Rivadavia es un maremágnum, aunque la vía cercana permite flashear con el centro comercial que se forma junto a una estación suburbana. En la parada de Acoyte todo cambia: la larga cola que espera al 181 ocupa todos sus asientos; muchos deben viajar de pie, y así comienzan, o continúan, su camino. En el 84 venían parados y apretados de antes, y únicamente los primeros de la fila pueden aprovechar el recambio de pasajeros para lograr sentarse.
Después es barrio, pero vibra en ciudad. Sólo el 84 traqueteando el empedrado de Seguí transmite algo de la calma suburbana que corta el bondi. Pero al toque se vuelven a encontrar en Gaona, y durante muchas cuadras irán por unas avenidas que, como Independencia, no dejan lugar a equívocos.
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