Una empresa de telefonía celular usa cobayos en su última campaña publicitaria destinada a los niños. Además de multiplicar las imágenes de estos roedores por todos sus avisos, ofrece un “cobayo en 3D” para descargar en el celular, el que responderá a diferentes estímulos “para que puedas alimentarlo, bañarlo, despertarlo, jugar con él”.
El cobayo es un bicho aburrido, si vamos a usar terminología afín a quienes propician la diversión y el entretenimiento en cada ámbito de la vida. Querible, pero aburrido. Cogedor, sí, también, pero aburrido. No hace muchas más cosas que estar ahí. Lo cual no es poco a veces.
Le cambias el diario cuando mea, le das de comer, te fijás que tenga limpia el agua… y no mucho más. Lo sacás de la caja o la pecera donde lo tenés, lo acariciás un poco… y no mucho más. No se bañan, no necesitan la ruedita ni los laberintos de los hámsteres. Y si está durmiendo, no lo jodas, hacé el favor… ¿Jugar? No sé cómo sería jugar con un cobayo, y no quiero imaginarme lo que puede hacer un pendejo pelotudo, avalado por adultos pelotudos, con un bicho de estos, pero no me gustaría ser un cobayo en sus manos.
Ni siquiera se paran naturalmente en dos patas como muestra el aviso: yo era un pelotudo que les ponía la hoja de lechuga sobre la cabeza a una distancia apenas inalcanzable, y sólo uno de ellos tenía la habilidad de pararse en sus patas traseras y tratar de agarrarla.
Digo esto porque no va a faltar un boludo al que le regalen un bicho, lo bañe y se le muera. Pero por más que lo diga va a ser inútil. Tanto como decir los animales no son para jugar: para eso están los juguetes.
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