viernes, 19 de junio de 2009

Pelo (III)

No hubo suerte.
No la hubo en el trayecto, cuando en el hormiguero de Callao a las 7 de la tarde encontramos a alguien con su ropa de trabajo que no era su colega a la que flasheábamos encontrar. (No la hubo ninguna de las veces que pasé por un lugar a ver si la fortuna me cruzaba con alguien, y eso se repitió esa misma tarde con la otra profesional por la puerta de cuyo lugar de atención pasé).
Y no la hubo en el destino.
No hubo jpg. Ni en el celular de Clon DM –que desapareció de las bocas que la nombraban– ni en ningún otro dispositivo. (Y no habrá cámara, porque el truco publicitario de poner el precio a $ 399 para que ese tres acapare la atención me enceguece, pero sólo por un rato).
No habrá recuerdo objetivo. Sólo el de mi memoria.
No habrá más esa sensual humedad que resiste en el núcleo de las guedejas mientras se orea lo que está en contacto con el aire.
Y volveré a verme como ese de la foto del pasaporte.
¡Yo no soy ese, man! Yo no soy ese ni quiero serlo. Yo soy este, quiero ser algo parecido a este. Pero ya no da para más. Y por ¿tercera?, ¿cuarta?, última vez, me voy a suicidar frente al espejo.
Y en 10 minutos voy a encontrarme con alguien 10 años más viejo.
Se acabó.
Como si hubiera poco bardo, encima este.
Habrá que reinventarse.
(Se dice tan fácil… D’oh!)
La próxima vez que postee voy a ser otro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La palabra GUEDEJA me da repeluz!!!

Anónimo dijo...

No hay puertas, hay espejos. Inútil cerrar los ojos o volver entre los hombres: esta lucidez ya no me abandona. Romperé los espejos, haré trizas mi imagen, que cada mañana rehace piadosamente mi cómplice, mi delator. La soledad de la conciencia y la conciencia de la soledad, el día a pan y agua, la noche sin agua. Sequía, campo arrasado por un sol sin párpados, ojo atroz, oh conciencia, presente puro donde pasado y porvenir arden sin fulgor ni esperanza. Todo desemboca en esta eternidad que no desemboca.
Allá, donde los caminos se borran, donde acaba el silencio, invento la desesperación, la mente que me concibe, la mano que me dibuja, el ojo que me descubre. Invento al amigo que me inventa, mi semejante; y a la mujer, mi contrario: torre que corono de banderas, muralla que escalan mis espumas, ciudad devastada que renace lentamente bajo la dominación de mis ojos.
Contra el silencio y el bullicio invento la Palabra, libertad que se inventa y me inventa cada día. "