–Yo puedo bancarme que alguien no me dé bola. Me banco que Clon DM no me dé bola, que la chica que viajaba en el 181 no me dé bola. Me banco que Carla Conte no me dé bola… Me banco cada “no”. Me abruma, sí, la unanimidad del “no”. Pero, bueno, si no me desea, si no quiere amamantarme, qué le voy a hacer, no me voy a enojar con ella…
–¿Amamantar?
–Sí. Me cabe la lluvia blanca.
–…
–Y la dorada, también.
–…
–Tengo una cosa con los fluidos…
–Con la fluidez.
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El ansia regresa a conocer la fuente.
Volvió a su centro,
a empaparse de la primera incógnita;
está ahí, ovillada,
segundos antes de que haga saltar
en mil novecientas noventa y cuatro astillas
el cristal que la contiene.
Ahora el ansia bracea río abajo,
asumida otra vez a la corriente.
Ahora es una fuerza más verde que nunca.
Ya creó de nuevo el día.
No vio nacer al mundo
pero lo está inventando
al encender su sangre cada noche,
al arder en la inmensa y silenciosa noche,
al alzar la noche
repozo de Dios,
tradición del Diablo,
sacerdota y poetisa,
fruto derramado desde el cosmos,
oscura sabihonda,
cuna de la próxima ecuación verde.
(Abecedario Ave se diario Abecedario
A veces sedario
A veces sed...)
Ya está aquí el día y su azul memoria.
Es un libro que no cesa.
Bracea. Prende.
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